jueves, 7 de marzo de 2013

FÚTBOL: ¿UN BIEN SOCIAL?

   Las administraciones públicas deberían subvencionar el bien social que hacemos a este país. ¿Qué crees que estaría pasando en las calles de nuestras ciudades si no le diéramos a menudo espectáculo futbolístico al pueblo? ¿Qué harían los ciudadanos sin futbol los domingos? Tal y como está la cosa en España se acabarían matando entre ellos. Nosotros controlamos la posibilidad de una revuelta social. Cumplimos un gran servicio al país y éste debería retribuirnos por ello, dijo Manuel Llorente, presidente del Valencia F. C., en el programa Salvados del domingo en La Sexta. Y no le falta razón. No en cuanto a lo de recibir más pasta, que de esa, entre lo que deben a Hacienda, las triquiñuelas calificadoras de terreno y los regalitos de alguna que otra diputación o ayuntamiento van sobrados. Pero sí lleva razón cuando, veladamente, nos habla de la efectividad de 22 tipos pateando un balón como adormidera popular. El tal Llorente fue mano derecha de Juan Roig, presidente de Mercadona, en sus inicios. O sea, que de marketing sabe más que el rey de Burguer King, donde nos ceban con tocino a precio de entrecot francés.
   Cuando uno, en la pantalla televisiva,  ve los palcos de los estadios empieza a comprenderlo todo. En Ellos se regocijan, puro en labio y móvil de platino en la chaqueta, una ristra de banqueros y empresarios de alto standing, todos con flamantes intereses particulares. Son los mismos que financian partidos políticos a cambio de concesiones de obras; los mismos que logran cambiar la emotividad del pueblo en cuestión de horas con el anuncio de un nuevo fichaje; los mismos que condonan deudas bancarias post-electorales. El Valencia tiene aproximadamente 60.000 socios y eso son muchos votos, terminó diciendo, socarronamente, el señor Llorente a Jordi Évole en la entrevista. Normal. Pensándolo bien es mucha pasta la que está en juego para él. Tras el concurso de acreedores del Valencia, Manuel Llorente trabajaba en Bancaja, hoy Bankia, y el inmenso crédito que ésta caja otorgó al club, tras la recalificación de los terrenos del estadio, jamás podría ser devuelta. Hundieron en la miseria al anterior presidente y se hicieron con los mandos del club.
   El Valencia, posiblemente, tan sólo sea un ejemplo de la generalidad en el ámbito del fútbol español. Banqueros y altos empresarios en el palco del anfiteatro, como Césares idolatrados por un pueblo ciegamente manipulado a la hora de votar, que manejan el cotarro de la política, quitando y poniendo a quién les venga en gana, y siempre interesadamente, desde luego. Y los políticos, en la intimidad, como bufones, riéndoles las pedantes gracias y dando saltitos con las puntas de los pies alrededor, a ver si agarran algo de pastel, mientras en público procuran mantener la compostura codiciosa y aparentar un gran servicio al pueblo. Qué profunda nos la están metiendo, amigo lector, la puñalada… o es que acaso no la siente, ¿tan adormecido está por goles y penaltis? Ya lo sabe, recuerde, cada vez que sienta esa pletórica sensación de felicidad al marcar un gol su equipo, que quién, en realidad, se la regala es el mismo que cada mañana le recuerda desde el banco el pago de sus deudas, el mismo que produjo su despido al cerrar la línea de crédito de la empresa en la que usted trabajaba, el mismo que le recorta derechos cada día, exigiéndole más y más obligaciones. Sí, el futbol es arte, un magistral y maquiavélico arte de la estrategia del poder.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario