lunes, 21 de mayo de 2012


CADÁVERES ABANDONADOS

¿Cuántos cadáveres dejaremos en el camino? Sí, cadáveres, esos seres extraños de los que hablan en los telediarios y en los medios de prensa. Esas víctimas que, por lejanas, se entornan difusas, sin rostro, una mancha borrosa de tinta que compone una cifra.  Y ¿por qué una cifra tendría que enturbiarnos la mañana?, te dirás, si ha nacido radiante y disfruto del sol, mientras camino al trabajo. ¿Nunca te has preguntado qué ocurre en otra casa, en otro barrio, en otra ciudad? Todo es azar y tú podrías haber nacido allí. Pero no, en esta colmena, perfectamente civilizada, estructurada, prediseñada y de clases, jamás estaremos dispuestos a aceptar esa realidad.

Mientras tanto, inventamos formas de acceder al poder  del reino y los chamanes de la tribu sacaron de sus chisteras las distintas religiones, cada uno la suya, claro, como bien mandan los cánones del individualismo. Rey y sacerdote, acaparadores de cosechas que te amenazaban con la muerte y el infierno.  Y sus aduladores que, poco a poco, fueron escalando hacia la cima, hasta convertirse primero en recaudadores de impuestos y prestamistas y, luego, en los banqueros actuales.  Y el dinero se convirtió en el Dios supremo que lo movilizaba todo, los sueños, las ilusiones, las frágiles esperanzas. Y, a la vez que nos ofertaban sucedáneos del lujo y falsas seguridades de un bienestar sostenible, se adueñaban del mundo, lo destrozaban en su interés y nos decían que cualquiera podía ser un triunfador, poniéndonos como ejemplo cualquier tópico “Bill Gates”. Financiaron revoluciones, conspiraron contra la humanidad, sobornaron a políticos y a jueces, secuestraron la libertad, explotaron a sus esclavos invisibles, expoliaron la belleza, abrieron agujeros en el rostro luminoso de la tierra, asesinaron a millones de inocentes…, mientras nosotros competíamos en pos del éxito y el prestigio social. Todos aspirábamos a ser Bill Gates, ya fuera merecidamente o no, ganar el Gran Hermano tampoco estaba mal, incluso mercadear con tu propia dignidad en un programa rosa era aceptable, con tal de lograr un éxito efímero. ¡Qué importaban aquellos que caían en el camino! Ellos eran débiles o se negaban a luchar.

Todo es mentira y en los miles de años de existencia del ser humano aún no nos hemos dado cuenta. ¿Cómo es posible? Sólo una certeza sacaremos de esta experiencia: los centenares de millones de cadáveres que hemos ido abandonando en el camino.

La verdad es que aprendimos a cosechar entre todos, que tuvimos que unirnos para lograr cazar al mamut, que descubrimos que un fuego central nos calentaba a todos, que para construir un edificio comunitario era necesaria la participación de todos, que uno solo está indefenso sin la seguridad de los demás. ¿Por qué, entonces, seguimos compitiendo? ¿Por qué no rompemos las banderas, los prejuicios, los signos y los dogmas absurdos que nos separan y nos ponemos a colaborar en serio? ¿Cuántos cadáveres más estamos dispuestos a dejar en el camino?

1 comentario:

  1. Genial, como siempre. Lo suscribo íntegramente.
    Solo un apunte que en nada desvirtua el contenido ni la forma: La especie humana solo tiene alrededor de un millón de años, no miles de millones.
    Pero como digo, en nada desvirtúa lo dicho.
    Gracias como siempre.

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