domingo, 27 de mayo de 2012


POR UNA DEMOCRACIA DE VERDAD

Hace poco mas de 70 años, en un país sometido a la miseria por las potencias internacionales de la época, un nuevo hombre, de oratoria seductora, llegó y les dio esperanza. Pero el confuso mesianismo de tal líder, le llevó a destruir el débil sistema democrático en su país y, bajo la cruz gamada de su cruzada étnica, provocó la muerte de decenas de millones de personas inocentes en el mundo. Hoy, países europeos como Grecia, Portugal, Italia o España sienten en el cuello la bota alemana, al igual que ellos sintieron entonces la bota norteamericana, francesa e inglesa. Y como entonces ellos, nosotros hoy comenzamos a decir frases como esta democracia es el mal y todos los horrores los provocan los políticos.

Cuidado, señores, que está más que demostrado que no existe mejor sistema social de convivencia entre los humanos que el democrático. Y, todo, aquel que diga lo contrario, y siendo consciente o no, está abogando por el resurgimiento de un Hitler o un Stalin nuevo y asesino.

Miembros europeos del club Bilderberg
Sin embargo, nada aparentemente, indica que esto pueda ocurrir. Ya no está de moda, entre la diplomacia internacional, darle coba a los dictadores. Aquellos tiempos de connivencia con Pinochet, Videla o Idi Amin han pasado a la historia y ahora se derroca a dictadores como Sadam Hussein o Gadafi por cualquier excusa, como por ejemplo, quedarse con su petróleo. Ahora a los dictadores se les juzga en los tribunales de La Haya. ¿Por qué? Porque ahora los dictadores son los mafiosos que se han instalado en los gobiernos occidentales. Y entre mafias se suele eliminar a los rivales. Ahora, esos mafiosos dictan las órdenes desde sus despachos de ejecutivos de la banca, de las grandes corporaciones farmacológicas, de la industria armamentística, de las élites financieras. Y ordenan el sufrimiento de los más débiles, las muertes de los superfluos, de los que no les producimos una mayor acumulación de riqueza.

Este es el dilema del que nos quieren convencer, señores, seguir permitiendo que la bota alemana de la Sra. Merkel, con todo el peso del poder financiero y armamentístico mundial, nos siga pisoteando el cuello o destruir la democracia, ganada con tanto esfuerzo y años, arriesgándonos a que un asesino majara acabe manipulándonos. Este es el único dilema que ellos alcanzan a ver. Pero se equivocan. No cuentan con que la democracia es , en realidad, la soberana voluntad del pueblo, la fe en sí mismo, la convicción de que no existe mejor forma de elegir que votando entre todos por una opción y que, al final, se escoja la opción más votada. La democracia es patrimonio de toda la humanidad, de ricos y pobres, de jóvenes y ancianos, de hombres y mujeres y entre todos sabremos defender nuestra constitución democrática.

Otra cosa es que debamos reformar la constitución, que sea necesario derogar todas las leyes injustas y proclamar leyes nuevas que amparen al individuo digno y humano del poder de los grandes intereses de las corporaciones, que doten de justicia real y de igualdad manifiesta a todos los ciudadanos. Que tengamos que cambiar los paradigmas de la política y de los políticos. Que la participación ciudadana en el ámbito de la política nacional sea una realidad. Que juzguemos a los políticos traidores y corruptos y a los estafadores financieros y los condenemos justamente. Que exijamos, a partir de ya, a políticos honestos y dignos de representarnos. Que, en definitiva, reconstruyamos está democracia cancerosa en la que vivimos por una democracia más pura, sin posibles máculas que la emborronen. 

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