viernes, 25 de octubre de 2013

ENCUENTROS DE ESCRITORES

   Ayer, a las ocho de la tarde, leí este texto en un Encuentro de Escritores organizado por la Fundación Juan Ramón Jiménez de Moguer. Curiosamente nadie se atrevió a cortar mi lectura y, aunque hipócritamente, me aplaudieron y saludaron todos al final. Eso sí, mientras leía nadie se atrevió a mirarme a los ojos. Aquí os dejo el texto:

    "Tres millones de sombras deambulando por este actualizado infierno de Dante. Tres millones de personas sobreviviendo en la invisibilidad, condenadas al hambre más atroz y a la miseria. Eso es España, nuestro país y nuestra vergüenza. Y, mientras tanto, nosotros, regocijándonos en la vanidad más vil e hipócrita, cantamos odas sociales o jocosas desde el estrado. Éste, desde el que me dirijo a vuestras condescendientes consciencias. Ya sé que no somos villanos, que nunca tendremos cuentas en la cumbre, ni soñaremos siquiera con las nieves del poder. Pero aceptamos su limosna, sabiendo que no es más que el pan ausente de los desheredados. Por cada verso que recitamos o que nos publican en algún libro desechable y subvencionado por la institución que toque, dependiendo del encuentro cultural, un niño gime de hambre en la cama adoquinada de nuestras calles. Y todo ¿por qué? ¿Para qué? ¿Por esos patéticos cinco minutos de gloría efímera de los que el gurú de los Beatles nos habló? ¿A eso quedará reducida nuestra existencia? A un Narciso perdido entre las gélidas brumas de la insolidaridad.

   El argumento es bueno, casi poético: Tenemos que defender la cultura. Pero no la defendemos, aquellos que decimos defenderla la hemos convertido en una secta, en la que un grupo de privilegiados conforman la élite local, regional o nacional y que se reparte las prebendas del presupuesto público en premios y certámenes pre-asignados y en subvenciones para libros, de escasa calidad en muchos casos, y para encuentros de escritores, con habitaciones de hotel y restaurantes incluidos. ¿De qué sirve la cultura, si carece de principios morales y humanitarios? ¿O es que acaso pensamos que con el ejercicio teatral de lanzar cuatro versos de carácter social al aire ya hemos expiado nuestras culpas? Nuestro argumento no se sostiene. La realidad es que la defensa que en estos encuentros hacemos de la cultura ha quedado reducida a la frase inquisitiva y lapidaria de Torrente: ¿Nos hacemos unas pajillas?

   Yo aún aspiro, a pesar de mi debilitada salud, a alcanzar muchas estaciones, pero de esta vía me bajo, señores. Hacía un par de años que no asistía a ningún encuentro de la élite cultural y esté será el último al que asista. No puedo seguir soportando tanta sonrisa hipócrita, incluida la mía. Perdónenme, todos tenemos un límite y el mío ha llegado hasta aquí. Ya no creo en la justicia que la cultura impone; no creo en su cotidiano teatro de falsedades; no creo en los falsos panfletos que se proclaman, ni en el codicioso mercadeo editorial; no creo en los versos más tristes de la noche más aburrida del burgués de turno, ni en la bondad del erudito con caché estipulado; no creo en los que están, porque sé cuánto tragaron por llegar y no creo tampoco a los que esperan, porque en sus ojos adivino cuánto están dispuestos a tragar. Ya sólo creo en el desnudo total, en el sacrificio público, en la inmolación, despojados de mitificaciones y de marcas endiosadas y mostrando todas las cicatrices sin pudor. Las actuales y las que queden después de la lapidación. 


    Aquí lo dejo, señores. Y ahora llamadme como queráis, menos escritor, porque, tras cada fehaciente comprobación del significado actual de esa palabra, más sucio me siento al oírla y más me inunda la vergüenza."   

1 comentario:

  1. Un fuerte abrazo amigo Francis desde Mallorca. Palabras con las que me identifico plenamente a pesar de no conocernos. Creo que somos muchas personas con ese mismo espíritu crítico y con esas ideas lúcidas sobre la hipocresía social en la que vivimos. Gracias por haber colgado el escrito amigo. Espero poder seguir leyendo por la red.

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