miércoles, 22 de agosto de 2012


LAS SEMILLAS DEL ODIO


No podemos reducir la historia a un simple anecdotario que contamos según nos interese. Hemos de conocer bien la historia antes de diseccionarla y reducirla al sectarismo que nos interesa. Si no conocemos bien la historia jamás podremos aspirar a cambiarla. Ese es el mayor problema que tiene nuestro país: la unificación de la ignorancia suprema con la soberbia que pretende cargarnos de razón sin tenerla verdaderamente, ya que se basa en razonamientos tan sólo impostados. Necesitamos leer más, culturizarnos más, al menos tanto como los islandeses, para tener la posibilidad de cambiar la cosas para mejor, sin que el drama de la violencia y la muerte aparezcan por medio. Sólo hablamos, protestamos, exponemos ideas copiadas de los otros, sin discernir el grado de manipulación que eso puede conllevar. Somos borregos que impostadamente nos creemos líderes, dentro de un gran rebaño de borregos al que el pastor domina a través de la orden que da a sus perros y no nos damos cuenta. España no tiene reyes, ni políticos, ni empresarios, ni obreros, ni ciudadanos en el trono, es el Dios de la ignorancia el que reina sin compasión. Ya me carga demasiado las comparaciones descontextualizadas y descontemporaneizadas que muchos hacen de la transición española. Ahora el contexto es absolutamente distinto al de entonces, con la sombra de una posible nueva guerra civil entre españoles. Es muy fácil hablar de democracia cuando se ha vivido toda la vida en ella, aún cuando ésta pueda ser catalogada como irreal desde muchos ámbitos, pero no es nada fácil construirla desde la ruptura de un régimen antidemocrático y dictatorial, con lo muertos diarios que anunciaban los periódicos de la época y con las presiones que entonces existían por parte del ejército profascista, el movimiento falangista, la legalización legítima del partido comunista, etc... Si perdemos la capacidad de contemporaneizar, perdemos totalmente la capacidad de análisis objetivo y eso es dar palos de ciego en algo tan importante como la cohesión social. Si perdemos la capacidad de contextualizar estaremos abocados al caos y al resurgimiento de fantasmas que ya creíamos olvidados.

No es casual el nuevo arraigo en la sociedad del neofascismo, como tampoco lo es el avance de la visión extremista de muchos individuos y grupos que se autodenominan de izquierdas y que califican de fascista a cualquiera que disienta con ellos, sin que ni siquiera sean capaces de ver que sus postulados están más cercanos a la dictadura del proletariado al estilo de Stalin que a una verdadera consciencia democrática. El mensaje interesado desde ambos extremos que se da a la población, diciendo que lo que tenemos no es democracia y de que ésta no es la mejor solución para la convivencia social y en paz de la ciudadanía está abriendo una brecha en la cohesión social que difícilmente podremos después arreglar. Tenemos que decir alto y claro que sí vivimos en una democracia y que no existe mejor sistema para la convivencia del ser humano. Otra cosa distinta es que nuestra democracia española adolezca de muchos fallos y debamos, obligadamente, mejorarla. La corrupción y deshonestidad de nuestros dirigentes electos no es consecuencia de la democracia, sino de nuestros fallos específicos en la democracia que hemos desarrollado, muchos de ellos producto de la codicia desmedida de quienes ostentan el poder y la ambición interesada de quienes aspiran a él. Entre unos y otros han defenestrado los valores morales y éticos de la democracia, fomentando la ausencia de transparencia en sus gestiones ante la ciudadanía y la ausencia de control por parte de las instituciones que deberían velar por la honestidad e imparcialidad en las decisiones políticas y económicas.  Y todos nosotros estamos moralmente obligados a restituirlos: la justicia, la igualdad, la equidad, la dignidad humana y el interés del conjunto de la sociedad española (sin diferenciaciones) por encima de los intereses partidistas o particulares. Pero todo ello se conseguirá únicamente si aclaramos de forma diáfana el concepto democrático, teniendo en cuenta la pluralidad de ideas y pensamientos. Es decir, que únicamente lo podemos conseguir desde el consenso y no desde el fomento de la confrontación ideológica, tal y como tratamos de hacer en estos momentos de sinrazón. Y lo peor de todo es que mientras nosotros discutimos, protestamos y copiamos sin pudor las ideas de los otros, la miseria crece en nuestro país, el sufrimiento es cada vez más extremo y el drama de la imposibilidad de subsistencia se acrecienta cada vez más en las familias y en los barrios de nuestras ciudades, siendo la mejor semilla para abonar los campos del odio hacia el otro, ese semejante que ya empezamos a catalogar como el mayor de todos los enemigos y al que sería necesario exterminar.   

2 comentarios:

  1. Debería usted partir definiendo qué entiende por democracía; así sabremos a que atenernos. Un régimen democrátco no existe hoy en España.
    Saludos

    http://ulpilex.es/Vitruvius/

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  2. No estoy totalmente de acuerdo con que vivamos en una democracia,la verdad.Me da la impresión de que se trata de un régimen oligárquico con fachada de monarquía constitucional.Ciertamente es verdad que para dar un paso adelante hemos de saber qué es lo que queremos,no basta con decir: fuera los políticos"

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