CORDEROS
EN EL FUEGO
Amanece un nuevo silencio tras las colinas. Con sus fauces
ensangrentadas aún, aúllan los lobos en la cumbre. Los
huesos
se ablandan, poco a poco, y comienzan a
quebrarse.
El horizonte arde en nuestros ojos, pero el fuego duerme
en brasas disgregadas que cobijamos en el pecho.
Nos extinguimos, desde dentro, en llamas invisibles.
Acostumbrados a la desolación, mutilamos los sueños,
resignados a una ilusión de escombro o vertedero.
El esclavo lame la mano del señor, bajo un silencio de
corderos.
Una hamburguesa , burbujas de cocacola y a esperar
tu democrático regalo. Sin incertidumbre. Sin reflexión.
Todos nos ganamos al final nuestra caliente incineradora.
Todos nos ganamos al final nuestra caliente incineradora.
Lo hemos visto alrededor, lo sabemos, pero no queremos
ver.
Preferimos imaginar
los aditivos y correr, correr deprisa.
Porque todo arde ya, raudo y fugaz, en la eternidad del
fuego.
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