Las ventanas más cercanas al
suelo están tapiadas,
ojos ciegos y oídos sordos. En las demás, la ausencia de
cristales
atrapa al viento y en verano se cuela el
aroma del orín y la inmundicia.
Al edificio el aire llega
a ráfagas y vuelan en su interior mariposas
de plata, el humo
clandestino del bazuko y un enjambre de sueños rotos.
La horda llega con el alma en las manos, hecha unos harapos.
Entre sus paredes sólo
hallarás agujas y sangre bombeada. Fuego
entre tinieblas, la
boca de un dragón, la pira encendida y las monedas
del barquero
que te conducirá a la muerte, sobre aguas de adormidera.
En el exterior, el sol
restalla en las lujosas carrocerías y las basuras,
mientras proyectiles perdidos asesinan a inocentes por error.
Le llaman “Las Vegas”, pero es como “Juárez”. Está en la calle: “Utopía”.
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