“Cásate
y sé sumisa” es un libro que no pienso leer. Y no es porque crea que es un atentado contra
la dignidad de las mujeres, ni porque haga apología (según algun@s) del mal
trato a la mujer. No. La opinión de feministas radicales me la trae al fresco.
Es, simplemente, porque ya sé lo que está escrito en él. Aún flipo por el hecho
de que en ningún medio de comunicación se hayan planteado la pregunta de si Constanza Miriano, nombre de la autora,
pertenece al Opus Dei. Porque vamos, yo no necesito ni preguntarlo, es algo tan
evidente que lo huelo desde este pequeño rincón de España. Será por mi nariz de
oso polar. El hecho es que pienso que la sumisa esposa Constanza es, como
mínimo, supernumeraria del Opus Dei. Y, entonces, ¿qué chorradas no va a
escribir?
Una vez leí un texto de una periodista
española que abandonó el Opus Dei. En él narraba el transcurrir de una mañana
en la residencia estudiantil. Dos alas del edificio y, en medio, la
infranqueable frontera de la disgregación. La sala central era el comedor. Éllas,
tras los rezos matutinos (sobre las cinco de la madrugada), eran conducidas a
la cocina para preparar el desayuno de los muchachos. A otras, llevadas a una
sala contigua al comedor, les abrían la puerta que daba paso al mismo e iban
colocando la cubertería de las mesas y dejando cada rincón más limpio que una
patena. Finalmente terminaba el proceso, el humo del café y el aroma de las
tostadas se volatilizaban en un comedor vacio y, tras el sonido de la llave en
la puerta del salón, sonó otra llave en la pared del fondo que abrió la sala a
un enjambre de sórdidos muchachos. Una vez devoradas las viandas, ellos volvían
a salir, sonaban de nuevo los llaveros y ellas volvían a entrar con el trapo de
sus almas en las manos, dispuestas a limpiar babas y migajas. Lo que venía
después era aún peor. Era la hora del cilicio.
¿Qué va escribir una tía que está orgullosa
de fomentar eso? Pues fanatismo, puro y cruel fanatismo y un ojo de lince para
los negocios, que de eso el Opus va sobrado, y lo de la moral es relativo
cuando se hace necesario un título que provoque y haga sonar caja. Y la
principal característica de una supernumeraría fiel ha de ser la obediencia
ciega.
Con el afán de ser aún más sagaz en lo que
trato de sugerir aquí os dejo una reciente carta que la señora Miriano envió al Papa Francisco, tras su
nombramiento. No tiene desperdicio.
Querido Papa Francisco,
Las verdaderas
revolucionarias son las mujeres que quieren, como María, servir, y no aquellas
que piden mayor poder en la Iglesia. Nosotras sabemos que el ministerio mariano
precede al petrino, y sabemos que sólo el amor es creíble y que sólo la cruz
hace verdadero al amor; el resto no nos interesa. Nosotras sabemos que el único
privilegio digno de anhelo es el del Espíritu, y el sacerdocio que queremos
para las mujeres es sólo el del corazón. Nosotras, mujeres al servicio de la
vida, no queremos ser más importantes y mucho menos queremos ser cardenales: no
tenemos tiempo para eso, ¡tenemos que criar a nuestros hijos!
Le escribo en nombre de
tantas mujeres que quieren servir a la vida y son felices por ello. No queremos
volver a modelos del pasado sino ir contracorriente y someternos valientemente
a un esposo. Mujeres que tienen a María por modelo y la certeza de que sólo
Dios, ningún hombre, podrá colmar todos los anhelos de sus corazones. Le
escribo en nombre, creo, de las setenta mil mujeres que han leído mis libros, a
muchas de las cuales me he encontrado a lo largo de Italia e incluso en el
extranjero. Todas me dicen que desde que alguien les ha recordado qué bello es
ser dóciles y acogedoras aman más a sus maridos y se dejan guiar. Son tantas
las que me escriben que han decidido casarse o abrirse de nuevo a la vida, y
han tenido su tercer, cuarto, quinto hijo. Son tantas las que me escriben que
desde que tratan de someterse a sus maridos, como la Iglesia a Cristo, ellos
han empezado poco a poco a morir por ellas, un poco cada día, buscando imitar a
Cristo.
Tantas mujeres, sin
embargo, sufren. Pero, al menos en esta parte rica del mundo, no sufren porque
estén discriminadas. Sufren, por el contrario, justamente porque no dependen ya
de nadie. Deciden ellas solas sobre sí mismas, sobre su propio cuerpo, sobre su
propia vida, sobre cómo vivir el sexo. Deciden si tener o no ese niño que ha
empezado a vivir dentro de ellas. Sufren porque están solas. Porque han
malgastado su tiempo mendigando amor y ahora con cuarenta años son devoradas
por el terrible remordimiento de haber rechazado a sus hijos, como tierra
desierta, árida, sin agua. Sufren porque están desilusionadas de los hombres
egoístas a quienes ellas, no obstante, no han sabido hacer de espejo positivo,
que es la función de la mujer, no les han sabido mostrar lo bueno y lo bello
posible. Si las mujeres se pierden, los hombres se pierden.
Perdone si me he atrevido a
escribirle; le aseguro la oración de mi marido Guido, de nuestros cuatro hijos, Tommaso, Bernardo, Livia y Lavinia y mi rosario cotidiano, y le pido que rece por nosotros.
Con afecto y devoción,
Costanza
Miriano
El hecho es que a mí todo este discurso me
parece tan abyecto como a usted, si usted es un ser normalito y del montón,
como yo. Pero tantas voces escandalizadas y condenatorias me abruman. Y decir que
chorradas sectarias como éstas generan el mal trato a mujeres masoquistas (¿qué
mujer va seguir esos consejos, si no es por puro masoquismo?) ya es pasarse.
Olvidamos con demasiada facilidad que escogimos vivir en un régimen democrático,
en el que cualquier persona tiene pleno derecho a expresar sus ideas, por muy
peregrinas o extrañas que nos parezcan. La libertad de expresión es un derecho
que nuestros ancestros se ganaron con sangre. La base democrática es el
consenso, sin embargo, incidimos denodadamente en el conflicto y el deseo de
imposición. ¿Prohibir el libro? Sí, señores de la izquierda, inteligentes
feministas. Y ya puestos los apilamos en una pira y les prendemos fuego, como
hizo Hitler en los tiempos de la Weimar.
Este libro, por llamar de alguna manera a tal porquería, no es más que un texto
fanático escrito por una religiosa del Opus Dei para sus correligionarias, y que
las editoriales, expertas en carnaza, han sabido rentabilizar a través de
sugerentes escándalos. Sí, señor@s progresistas, gracias a nosotros, a nuestro
bombo y platillo corralero, el libro ha sido un éxito y los bolsillos ahítos
del Opus se llenaran un poco más. Mal camino llevamos nosotros si nos olvidamos
de la esencia democrática y del derecho de todos a la libre expresión y, en su lugar,
nos obcecamos en imponer nuestros propios criterios, a través de la prohibición
y la censura sobre los otros. ¿Recuerdan el cuadro de Ana botella sacando la
lengua, el que el alcalde del PP ordenó retirar del museo? Si todos nos
dedicamos a hacer lo mismo, sobre un cuadro, sobre un libro, sobre el impúdico
pensamiento del otro, acabaremos sacándonos los ojos y volviendo a vivir en la
tenebrosa oscuridad de las cavernas. La línea está muy cerca y algún día un
majara incontenible la cruzará y comenzará a correr la sangre. Procuremos
evitarlo, señores, que en chorradas como éstas nos jugamos día a día la convivencia
democrática, aunque no lo percibamos.
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