Llegará como un temblor que se presiente en la distancia
y, convulso como un trueno, irrumpirá cuando ya nadie la espere.
Las cadenas se abrirán como párpados al miedo,
las trincheras y la sangre serán herramientas de batalla,
los nombres se transformarán en logos de frío metal,
dioses intocables, trazos sin razón que adorarán las
multitudes.
Los ríos cárdenos no
saciaran la sed y en las pupilas,
con brillo de escarcha, refulgirá el fuego de la venganza y
el dolor.
Llegado ese momento, la esperanza se convertirá en locura
y la locura, más tarde, en tragedia. Con el tiempo,
los muertos desaparecerán de archivos y memoria.
Y a la espera de otra revolución, para que todo siga igual:
sólo los ancianos
sabrán cuándo muere otro anciano.
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