Ayer, a las ocho de la tarde, leí este texto en un Encuentro de Escritores organizado por la Fundación Juan Ramón Jiménez de Moguer. Curiosamente nadie se atrevió a cortar mi lectura y, aunque hipócritamente, me aplaudieron y saludaron todos al final. Eso sí, mientras leía nadie se atrevió a mirarme a los ojos. Aquí os dejo el texto:
"Tres millones de sombras deambulando por este
actualizado infierno de Dante. Tres millones de personas sobreviviendo en la
invisibilidad, condenadas al hambre más atroz y a la miseria. Eso es España,
nuestro país y nuestra vergüenza. Y, mientras tanto, nosotros, regocijándonos
en la vanidad más vil e hipócrita, cantamos odas sociales o jocosas desde el
estrado. Éste, desde el que me dirijo a vuestras condescendientes consciencias.
Ya sé que no somos villanos, que nunca tendremos cuentas en la cumbre, ni soñaremos
siquiera con las nieves del poder. Pero aceptamos su limosna, sabiendo que no
es más que el pan ausente de los desheredados. Por cada verso que recitamos o
que nos publican en algún libro desechable y subvencionado por la institución
que toque, dependiendo del encuentro cultural, un niño gime de hambre en la
cama adoquinada de nuestras calles. Y todo ¿por qué? ¿Para qué? ¿Por esos
patéticos cinco minutos de gloría efímera de los que el gurú de los Beatles nos
habló? ¿A eso quedará reducida nuestra existencia? A un Narciso perdido entre
las gélidas brumas de la insolidaridad.
El argumento es bueno, casi poético: Tenemos
que defender la cultura. Pero no la defendemos, aquellos que decimos defenderla
la hemos convertido en una secta, en la que un grupo de privilegiados conforman
la élite local, regional o nacional y que se reparte las prebendas del
presupuesto público en premios y certámenes pre-asignados y en subvenciones
para libros, de escasa calidad en muchos casos, y para encuentros de
escritores, con habitaciones de hotel y restaurantes incluidos. ¿De qué sirve
la cultura, si carece de principios morales y humanitarios? ¿O es que acaso
pensamos que con el ejercicio teatral de lanzar cuatro versos de carácter
social al aire ya hemos expiado nuestras culpas? Nuestro argumento no se
sostiene. La realidad es que la defensa que en estos encuentros hacemos de la
cultura ha quedado reducida a la frase inquisitiva y lapidaria de Torrente: ¿Nos hacemos unas pajillas?
Yo aún aspiro, a pesar de mi debilitada
salud, a alcanzar muchas estaciones, pero de esta vía me bajo, señores. Hacía
un par de años que no asistía a ningún encuentro de la élite cultural y esté
será el último al que asista. No puedo seguir soportando tanta sonrisa
hipócrita, incluida la mía. Perdónenme, todos tenemos un límite y el mío ha
llegado hasta aquí. Ya no creo en la justicia que la cultura impone; no creo en
su cotidiano teatro de falsedades; no creo en los falsos panfletos que se
proclaman, ni en el codicioso mercadeo editorial; no creo en los versos más
tristes de la noche más aburrida del burgués de turno, ni en la bondad del
erudito con caché estipulado; no creo en los que están, porque sé cuánto
tragaron por llegar y no creo tampoco a los que esperan, porque en sus ojos
adivino cuánto están dispuestos a tragar. Ya sólo creo en el desnudo total, en
el sacrificio público, en la inmolación, despojados de mitificaciones y de
marcas endiosadas y mostrando todas las cicatrices sin pudor. Las actuales y
las que queden después de la lapidación.
Aquí
lo dejo, señores. Y ahora llamadme como queráis, menos escritor, porque, tras
cada fehaciente comprobación del significado actual de esa palabra, más sucio
me siento al oírla y más me inunda la vergüenza."
Un fuerte abrazo amigo Francis desde Mallorca. Palabras con las que me identifico plenamente a pesar de no conocernos. Creo que somos muchas personas con ese mismo espíritu crítico y con esas ideas lúcidas sobre la hipocresía social en la que vivimos. Gracias por haber colgado el escrito amigo. Espero poder seguir leyendo por la red.
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