En este blog podrás leer artículos de opinión política y social, así como microrelatos Y poemas del autor. También puedes pinchar sobre algunas imágenes para leer libros y revistas escritas o editadas por el autor del blog.
domingo, 30 de marzo de 2014
POESÍA CONTEMPORÁNEA de Eugenio de Nora
Medito a veces
en la triste materia de mi canto.
Bien sé que hay muchos, soñadores,
(como yo rodeados de desgracia y caminos)
pero entre nubes blancas, con sus ángeles
abanicando tímidas
alas prerrafaelistas, lejos;
que quizá en el estío
cultivan la nostalgia de la lira imposible,
decoran las palabras, sumisas como rombos
de plaza pobre en farolillos
de verbena y papel colorado.
Oh Dios, cómo desamo,
cómo escupo y desprecio
a esos cobardes, envenenadores,
vendedores de sueños, mientras ponen
sedas sobre la lepra, ilusión sobre engaño, iris
donde no hay más que secas piedras.
Esclavos, menos
aún, bufones de esclavos.
Malditos una y siete veces,
en nombre de la vida, aunque juren que aumentan
la belleza del mundo; en verdad,
la belleza del mundo no precisa
ser aumentada ni disminuida
con sus telas. Lo que necesitamos
es una luz, es un desnudo brazo
que señale las cosas. La poesía es eso:
gesto, mirada, abrazo
de amor a la verdad profunda.
Ay, ay, lo que yo canto
miradlo en torno y despertad: alerta.
Ahí están, reunidos
en sociedad devoratoria y número.
(Llamar bestia asesina
al que, como el pesado
elefante del sátrapa,
hunde la pata hasta estrujar el rostro
que niega; ladrón vil
al emplumado grajo de cadáveres;
canalla al miserable…
acaso sepa a música
derrotada, a lamento
débil. A lo que no queremos.)
Pero nombrar no es sueño.
No sigáis las palabras. Contra ellos
yo canto hombres que tienen las tiránicas caras
como rostros con látigo: sonríen
al dolor, pero miran
al sol, y aprietan
los firmes dientes.
Y ya acabo.
(Esto no es un poema; son palabras
apretadas también, con saña.) Adiós. Es tiempo
de no plantar rosales. ¡Acordaos!
viernes, 28 de marzo de 2014
I JORNADAS UNIVERSITARIAS “EL DERECHO A UNA VIVIENDA DIGNA Y EL DRAMA DE LOS DESAHUCIOS. ANÁLISIS Y RESPUESTAS ALTERNATIVAS“.
“Amigas y amigos todos; compañeras y
compañeros: me he dado un respiro; me he venido a duchar y cambiar de ropa, y
vuelvo para la casa que me da de comer. Quiero agradeceros la colaboración que
estáis prestando a la causa. Evidentemente no es en la calle, pero sí es
contribuir como estáis comprobando a pasos revolucionarios en las aulas y en
los sacrosantos campos universitarios. No es fácil, creedme, encontrar en mi
disciplina personas comprometidas y que entiendan su trabajo como parte integral dentro de su concepto de vida:
el que catedráticos, profesores, notarios, abogados ó jueces se presten
desinteresadamente a participar junto con los movimientos sociales dentro de un
espacio intelectual común, es digno de resaltar y de contribuir con ellos a ser
voces que clamen por los más desfavorecidos. A dar voz a los sin voz.
¡¡¡¡Gracias a todas y a todos¡¡¡¡”
Esta frase la ha colgado en Facebook mi buen amigo Javier Arellano,
supongo que ayer, en suspiro que le quedó libre de la coordinación del
increíble encuentro que ha ideado y organizado en la Universidad de Huelva.
Aquí está el programa:
I JORNADAS UNIVERSITARIAS
“EL DERECHO A UNA VIVIENDA DIGNA Y EL DRAMA DE
LOS DESAHUCIOS.
ANÁLISIS Y RESPUESTAS
ALTERNATIVAS“.
Estas Jornadas se abren a la
sociedad en general, y especialmente a los aprendices y profesionales de las
ciencias sociales y jurídicas, con la finalidad de dar a conocer y aportar
algún halo de claridad a la actual situación por la que atraviesa un buen
número de personas cuando se enfrentan a unas de sus necesidades básicas, cual
es la de tener un lugar donde desarrollar su vida y su intimidad de una manera
digna. La diversidad de aspectos sociales, politicos, culturales y económicos
que circundan a la vivienda, unido al hecho de que el modelo jurídico de libre
intercambio y aprovechamiento privado de bienes y servicios no ha sabido
establecer con claridad las diferencias que marcan el transito hacia un Estado
social, ha provocado un cierto desquebrajamiento del propio sistema. La
complejidad de la situación requiere pues un esclarecimiento, y una puesta en
marcha de respuestas alternativas, que en muchas ocasiones no pasan más que por
utilizar los mecanismos y técnicas puestas a disposición del jurísta, y en
otras por proponer e impulsar medidas de política social y de justicia material.
En la medida de lo posible, a ello nos dedicaremos en los próximos días.
Tendran lugar los días 27 y
28 de Marzo en
SALON DE ACTOS DE LA
FACULTAD DE DERECHO DE LA UNIVERSIDAD DE HUELVA, CAMPUS DE EL CARMEN
PROGRAMACIÓN
DIA 27 DE MARZO
De 9’30 a 12’00:
Acto de Inauguración.
Presentación:
Rector de la Universidad
Huelva, D. Francisco Ruiz
Consejera de Fomento y de la
Vivienda de la Junta de Andalucía, Dª Elena Cortés
Decana de la Facultad de
Derecho, Dña. Aurora López
Conferencia:
“Derecho, Autonomía Privada
y Condiciones contractuales predispuestas”, a cargo de
D. José María Miquel González,
Catedrático de Derecho Civil, Universidad Autónoma de Madrid
De 12’30 a 14’30:
Programa de innovación docente “Ejecuciones
hipotecarias y desahucios”
Documental “La navaja“, a
cargo de
D. Antonio Rodríguez Ramos,
Prof. Titular de Derecho Civil, Universidad de Córdoba.
De 16’30 a 18’30:
Proyecto de investigación I+D “Intervención
social en el parque público de la vivienda en Andalucía”, a cargo de
D. Octavio Vázquez Aguado,
Prof. Titular de Trabajo Social, Universidad. de Huelva
“Respuestas penales sobre
los conflictos relacionados con el acceso a la vivienda”, a cargo de
D. Enrique Anarte Borrallo,
Prof. Titular de Derecho Penal, Universidad de Huelva
De 19’00 a 21’00:
“Los préstamos hipotecarios
para la adquisición de viviendas: praxis bancaria y cláusulas abusivas “, a
cargo de
D. Andrés Rodríguez Faure,
Abogado especialista, Il. Colegio de Huelva
“Refinanciación de deudas
hipotecarias, Código de Buenas Prácticas Bancarias y Dación en pago.
Funcionamiento de la Oficina de la Defensa de la Vivienda “, a cargo de
D. José María Márquez Pinto, Técnico de la Oficina de
Defensa de la Vivienda de la Delegación de la Vivienda en Huelva, Junta de
Andalucía
DIA 28 DE MARZO
De 9’30 a 11’30:
“Conexiones entre la tutela
judicial efectiva y el Derecho Humano a una vivienda digna en la aplicación e
interpretación práctica por parte de Juzgados y Tribunales de Justicia“ a cargo de
D. Miguel Ángel Ruiz Albert,
Prof. Dr. de Derecho. Procesal, Universidad de Huelva
D. Andrés Escalante Hidalgo,
Abogado especialista, Il. Colegio de Huelva
De 12’00 a 14’00:
”Planteamientos generales
sobre la situación actual y las alternativas para los deudores insolventes de
buena fe“, a cargo de
D. J. Antonio Navarro
Fernández, Prof. Titular de Derecho Civil, Universidad de Granada
“Ley 4 / 2.013, 4 de Junio,
de medidas de flexibilización y fomento del mercado del alquiler de viviendas.
El “hallazgo “del contrato de arrendamiento como vía de acceso a la vivienda
digna en España y sus contrariedades”, a
cargo de
Dña. Elena López Barba, Profra.
Dra. de Derecho Civil, Universidad de Huelva
De 16’30 a 19’00:
“Un antes y un después en
nuestro país de las Sentencias del T.J.U.E, y del TE.D.HH en situaciones de
crisis habitacional. La incidencia de las PAH en este contexto; la I.L.P:
reclamación de la dación en pago retroactiva“. Vídeo sobre las PAH. A cargo de
Dña. Ada Colau, representante
de la PAH
María Villaverde, Delegada Territorial
de Fomento y Vivienda en Huelva, Junta de Andalucía
De 19’00 a 21’00
“La suspensión de las
ejecuciones hipotecarias por incumplimiento de las Directivas Europeas: la Ley
1 / 2013, de 14 mayo, de medidas para reforzar la protección de los deudores
hipotecarios, reestructuración de deuda y alquiler social”, a cargo de
D. Edmundo Rodríguez
Anchuétegui, Magistrado de la Audiencia Provincial de Álava “Año natural y
año bancario “, a cargo de
D. José Ramón Doria Bajo, Notario
de Marbella.
¡Cuánta razón lleva este
exjuez, profesor de derecho y aspirante a santo rojillo, al que tanto admiro!
¡Qué difícil es encontrar a catedráticos, profesores, notarios, abogados ó jueces que se presten
desinteresadamente a participar junto con los movimientos sociales (PAH) y la
Consejera de vivienda, en este caso de la Junta de Andalucía, dentro de un
espacio intelectual común con el objetivo de hallar soluciones en el problema
de la ausencia de vivienda en los más desfavorecidos! Pero es posible. Él lo ha
demostrado. Todos han venido desde puntos geográficos distintos y sin cobrar un
euro por sus intervenciones. Ese es el camino y Javier nos lo muestra sin
pudor, sólo el diálogo nos puede allanar el terreno para la concordia y sólo
con él y la apertura, sin fanatismos restrictivos, a los múltiples
conocimientos arreglaremos la terrible pobreza que nos asola. Mientras otros se
dedican a quemar contenedores, destrozar escaparates o a la caza o asesinato de
policías, pensando que en el caos podrán sacar tajada, Javier nos da la mano y
nos invita a participar en el diálogo. Más hombres y mujeres como él es lo que
necesitaría este país del esperpento. Lástima que siempre esté huyendo de
protagonismos. Su preparación y compromiso social es tan elevado o más que el
de cualquiera de los invitados a las jornadas, y ni siquiera se ha incluido en
el programa. Mi más sincera admiración, Javier Arellano.
martes, 25 de marzo de 2014
Parte V de "The Dry Salvages" (T.S. Eliot)
Comunicar con Marte, hablar con los espíritus,
dar informes sobre los monstruos marinos
y sacar un horóscopo, augurar, predecir,
leer enfermedades en las firmas,
evocar una vida según las líneas de la palma,
adivinar tragedias en los dedos;
interpretar presagios en las hojas de té,
descifrar lo fatal con naipes, embaucar
con estrellas de cinco puntas y ácidos barbitúricos
o disecar la recurrente imagen
dentro del terror inconsciente--
explorar la matriz, la tumba, los sueños; éstos son
pasatiempos y drogas y asuntos de la prensa:
y siempre será así, especialmente cuando
la zozobra y la duda se adueñan de los pueblos,
sea en las costas de Asia o bien en Edgware Road.
Los hombres, impelidos por la curiosidad,
registran el pasado y el futuro,
se adhieren a esa dimensión. Pero la aprehensión
del punto exacto donde lo atemporal se cruza
con el tiempo es tarea para el santo--
no es tarea tampoco, sino algo que se da y se toma
en un morir de amor que dura el curso de una vida,
pasión y don de sí y entrega.
En muchos de nosotros, sólo hay el solitario
momento, el momento que estamos dentro y fuera del tiempo,
el frenesí perdido en un dardo de sol,
el tomillo invisible, los rayos invernales,
la cascada, la música tan hondamente oída
que no la oímos ya, sino que somos la música
mientras dura la música. Éstos son sólo sugestiones
y barruntos, primero aquellas y luego éstos.
Lo demás es plegaria, ritual y disciplina,
pensamiento y acción. La sugestión medio acertada,
el don medio entendido, esto es la Encarnación.
Aquí la unión imposible
de las esferas de la existencia real,
aquí el pasado y el futuro
son conquistados y conciliados,
donde la acción sería de otro modo movimiento
de lo que es sólo movido
pero no genera movimiento,
es llevado por demoníacos, telúricos
poderes. La acción justa es libertad
del pasado y del futuro.
Para muchos de nosotros, tal es el designio
que nunca será realizado;
sólo somos invictos
porque no cejamos,
nosotros, satisfechos al fin,
si nuestra temporal reversión nutre
(no demasiado lejos del tejo*)
la vida de una tierra significativa.
T.S. Eliot
* En la cultura anglosajona el tejo representa a la muerte. Sería análogo al ciprés de nuestra cultura.
sábado, 22 de marzo de 2014
UNA HISTORIA MILAGROSA
“Ya
tuvimos otras crisis y de todas logramos salir. Las crisis son, por desgracia,
cíclicas, pero todas se superan de la misma forma: con la iniciativa de los
buenos de corazón, la providencia divina y la solidaridad entre los humanos como
norma y obligación. La de la posguerra fue la más dura, todo era escombros y el
hambre una epidemia que no hacía distinciones. Nos alimentábamos de sueños y sacrificios
por entonces. Yo era tan pequeño, pero bien que lo recuerdo, mi familia era muy
pobre y yo hubiese muerto de hambre a no ser por los padres escolapios que me
acogieron en su seno. Luego vino la de la década de los 70, recién muerto el
caudillo, en aquellos tiempos de confusión y convulsión. La crisis del petróleo
la llamaban, quizás no la recuerde, entonces el pequeño debió de ser usted.
Aquella fue tan dura como la actual y también llegamos a índices de paro
insoportables, pero además estaba el grave problema de la violencia diaria de
grupos radicales como ETA o El Grapo que, en cualquier momento, podían quebrar
la cohesión social entre los españoles. Gracias al Señor, nuestro Dios
omnipotente y misericordioso, este país abrazó la cordura y entre todos
logramos sellar la Constitución de la concordia. Fueron años de una gran labor
social en nuestra Iglesia y desde Cáritas y nuestras humildes parroquias
procuramos satisfacer todas las apremiantes necesidades de los más
desfavorecidos. Desde entonces nos ocupamos del bien social, del auxilio de los
más vulnerables del rebaño, y lo seguiremos haciendo en esta crisis y en todas
las futuras, sin fatiga y llenos de ilusión. Pero, como le digo, no es suficiente
con la iniciativa de la Iglesia y la fuerza bondadosa de Dios. También es
necesario contar con la voluntad solidaria de aquellos que viven sin
necesidades, aquellos que tienen el privilegio de un trabajo bien remunerado y
que no han de cerrar los ojos ante el drama terrible de la pobreza”, dijo
está ultima frase con una sonrisa irónica en los labios, mientras señalaba con
el dedo índice hacia el cepillo de madera que colgaba de la pared, junto a la
puerta de la ermita.
(La idea de entrevistar al Obispo en aquel
lugar fue mía, pero no creo conveniente desvelaros todavía la razón, pues
quebraría con ello la estructura del relato. Es bueno mantener la incógnita con
el afán de incentivaros a escudriñar bajo la piel de esta imaginaria realidad.
Pero centrémonos en la entrevista y desvelemos, poco a poco, todas las capas de
apariencia).
“He
elegido este lugar para nuestra entrevista por su gran significado y usted estuvo
de acuerdo. Fue aquí donde Dios le iluminó en 1979, ¿no es verdad?", le
pregunté. Y el Obispo me miró afable, cordial, con una cálida y excesiva
cercanía, mientras acariciaba con la yema de sus dedos el inmenso crucifijo de oro que colgaba de su cuello. Me respondió: “Hijo mío, el
olor a orín era insoportable en aquel arrabal de miseria que constituía por
entonces estas tierras. Desde los años cincuenta los pobres y excluidos de la
sociedad venían a este lugar para recoger agua y adecentarse en la orilla del río y, poco a poco,
construyeron asentamientos, chabolas de maderas, cartones y chapas de metal,
nidos de inmundicia donde compartían con las ratas el calor en invierno. En el
año 1979, cuando yo llegué por primera vez al poblado, ya malvivían aquí más de
5.000 personas. No tenían ni templo de Dios donde reunirse. Tuvimos que
improvisar una capilla en una chabola que nosotros mismos construimos. Nos
mimetizamos todo lo posible con los aldeanos y sus circunstancias, porque si
queríamos ayudarles teníamos que conocer a fondo sus problemas y, en buena
medida, lo logramos gracias al esfuerzo colectivo de todos, a la concienciación
política de las nuevas instituciones democráticas que colaboraron y a la intercesión divina que supo guiarnos en nuestros actos. Aquel
poblado de chabolas sin luz eléctrica ni agua corriente ya no existe y todos
sus habitantes disponen de viviendas dignas, como la de usted o la mía, un
hogar en el que se desarrolle sin temor el futuro de sus hijos”. “Se refiere
usted al barrio Utopía, ¿no es así?”, volví a preguntar. “Sí, por supuesto,
cerramos el acuerdo con el gobierno provincial y local para financiar la
construcción de las viviendas necesarias y acoger hasta el último de los residentes del
poblado. Aquello fue un acto de justicia divino, eran seres humanos y aquí vivían
como alimañas”, me contestó orgulloso. “Pero,
señor Obispo, supongo que usted será conocedor de que ahora Utopía es el barrio
marginal de la ciudad, en el que la delincuencia y el tráfico de drogas imposibilitan
una mínima convivencia cívica”, afirmé. “El
demonio aparece en todas partes, hijo mío, y seguimos combatiendo contra él. El
padre Fabián, párroco del barrio, está ejerciendo una gran labor allí, junto a
otros compañeros y los tan necesarios voluntarios que colaboran con ellos. Pero,
¿no cree usted que exagera un poco? La mayoría de habitantes de Utopía son
personas honestas y trabajadoras. Sigo conociendo a muchos antiguos habitantes
del poblado y le puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que muchos siguen
siendo pobres, pero no son delincuentes. Fue el milagro divino de la Virgen el que
logró cambiar sus vidas para bien y Ella no suele equivocarse, no ayuda a los
malos, créame, señor periodista, pues la experiencia avala mis palabras. El mal
de la droga apareció después, mucho después, con la bonanza económica”, argumentó
el Obispo, moviéndose inquieto en el banco de la ermita, algo incomodo ante mi
atrevimiento.
Era el momento esperado por mí, el momento en el que nos hablaría del milagro y, como un torero al final de la faena, anclé con fuerza mis tacones en el suelo y entré a matar, con micrófono en la mano en lugar de espada. “Sí. El Milagro. La primera aparición de nuestra Virgen de la Ribera fue en Abril de 1981, ¿verdad?". Se iluminó, de repente,su rostro y volvió a mostrarme la afabilidad pretendida por mi parte. Frotó sus manos como suelen hacer los banqueros antes de contar billetes y comenzó a relatarme la maravillosa historia del Milagro. “Yo llevaba dos años ejerciendo el evangelio en el poblado, con mucha dedicación pero sin evidentes resultados. Sus habitantes eran reacios a visitar la iglesia. La apertura democrática del país les abrió las puertas de la libertad a los subversivos, pero aún eran perseguidos desde las sombras del poder. Y aquí, en el poblado de chabolas, todos votaban a la izquierda, me comprende, y seguían viendo a la Iglesia como un nido de fascistas y reaccionarios. No entendían que la nueva generación de curas, como la mía, éramos contrarios a la jerarquía superior en cuanto a sus oscuros ideales políticos. Nosotros queríamos cambiar las cosas, convivir con el pueblo en vez de santificar el trono de las élites. Los futuros feligreses desconfiaban y eran pocos los que venían a misa. Sin embargo, el milagro lo cambió todo y el río de acólitos aumentó su caudal de forma sorprendente, hasta los más de seis millones que nos visitaron este último año. Un Milagro, ya ve. Pero centrémonos en lo que a usted le interesa: la aparición. Eran las tres de la tarde de aquel 27 de Abril, tórrido hasta el ahogo. Apenas había llovido aquel invierno y la terrible sequía transformó el río en un hilo de agua. María, aquella buena mujer que se ocupaba de adecentar nuestra capilla chabolera y que llevaba años con su marido e hijo enfermos decidió, desesperada, llevar al pequeño al río para refrescar sus fiebres en el agua. Según nos relató, sumergió al infante en una poza e imploró a Dios por su sanación. Entonces, sintió cómo dos manos se aferraban a las suyas, elevando al niño sobre la superficie del agua. Era la Virgen, nuestra Virgen de la Ribera, que apareció rodeada por un aura de luz ante sus ojos y le dijo que nos trajera al niño para que rociáramos su cabeza con el agua bendita de la pila de la capilla, y sanaría. Así lo hizo María y su hijo sanó. Aquí lo tiene usted, vivito y coleando todavía –llamó al sacristán de la ermita que, en aquel momento, reponía los cirios de San Pascual-. Después de aquello se convirtió en nuestro monaguillo y aún colabora con nosotros, ¿verdad, Cándido?”, le preguntó y éste asistió con la cabeza, sin emitir sonido alguno, con un hilo de baba colgando de la comisura de sus labios y la mirada perdida en algún punto del techo.
Era el momento esperado por mí, el momento en el que nos hablaría del milagro y, como un torero al final de la faena, anclé con fuerza mis tacones en el suelo y entré a matar, con micrófono en la mano en lugar de espada. “Sí. El Milagro. La primera aparición de nuestra Virgen de la Ribera fue en Abril de 1981, ¿verdad?". Se iluminó, de repente,su rostro y volvió a mostrarme la afabilidad pretendida por mi parte. Frotó sus manos como suelen hacer los banqueros antes de contar billetes y comenzó a relatarme la maravillosa historia del Milagro. “Yo llevaba dos años ejerciendo el evangelio en el poblado, con mucha dedicación pero sin evidentes resultados. Sus habitantes eran reacios a visitar la iglesia. La apertura democrática del país les abrió las puertas de la libertad a los subversivos, pero aún eran perseguidos desde las sombras del poder. Y aquí, en el poblado de chabolas, todos votaban a la izquierda, me comprende, y seguían viendo a la Iglesia como un nido de fascistas y reaccionarios. No entendían que la nueva generación de curas, como la mía, éramos contrarios a la jerarquía superior en cuanto a sus oscuros ideales políticos. Nosotros queríamos cambiar las cosas, convivir con el pueblo en vez de santificar el trono de las élites. Los futuros feligreses desconfiaban y eran pocos los que venían a misa. Sin embargo, el milagro lo cambió todo y el río de acólitos aumentó su caudal de forma sorprendente, hasta los más de seis millones que nos visitaron este último año. Un Milagro, ya ve. Pero centrémonos en lo que a usted le interesa: la aparición. Eran las tres de la tarde de aquel 27 de Abril, tórrido hasta el ahogo. Apenas había llovido aquel invierno y la terrible sequía transformó el río en un hilo de agua. María, aquella buena mujer que se ocupaba de adecentar nuestra capilla chabolera y que llevaba años con su marido e hijo enfermos decidió, desesperada, llevar al pequeño al río para refrescar sus fiebres en el agua. Según nos relató, sumergió al infante en una poza e imploró a Dios por su sanación. Entonces, sintió cómo dos manos se aferraban a las suyas, elevando al niño sobre la superficie del agua. Era la Virgen, nuestra Virgen de la Ribera, que apareció rodeada por un aura de luz ante sus ojos y le dijo que nos trajera al niño para que rociáramos su cabeza con el agua bendita de la pila de la capilla, y sanaría. Así lo hizo María y su hijo sanó. Aquí lo tiene usted, vivito y coleando todavía –llamó al sacristán de la ermita que, en aquel momento, reponía los cirios de San Pascual-. Después de aquello se convirtió en nuestro monaguillo y aún colabora con nosotros, ¿verdad, Cándido?”, le preguntó y éste asistió con la cabeza, sin emitir sonido alguno, con un hilo de baba colgando de la comisura de sus labios y la mirada perdida en algún punto del techo.
Lo cierto es que aquella historia no tenía
nada que ver con la que me fue revelada por María semanas atrás. Aquella mujer era hoy una
frágil anciana a la que cuidaban las Esclavas de la Caridad en el convento de
la ciudad. Las monjas eran sus cuidadoras, pero también sus carceleras, pues
impedían a toda costa que nadie la pudiese entrevistar. Sin embargo, yo
aproveché una estancia de la anciana en el hospital para colarme en su
habitación y charlar unos minutos con ella, confesándome, desde su confusa
senilidad, la verdad: “Mi marido estaba a
punto de morir, dejándome únicamente con la desgracia de un niño que nació tonto. Estaba
desesperada, no sabía qué hacer, por eso le dije a Cándido que simulase tener
fiebres, para que los curas se apiadasen de mí y me ayudaran, pero estos me
tenían todo el día limpiando la capilla para luego darme tan sólo unos pocos
mendrugos de pan. La situación se hacía cada vez más insoportable y aquella
tarde enloquecí. Llevé a mi hijo al río con la intención de ahogarle, esa es la
verdad, porque si no lo mataba yo, lo mataría el hambre. Pero no pude hacerlo,
rompí a llorar y entre lágrimas se me ocurrió la idea. Conté a todos la
falsa aparición de la Virgen y mi hijo pudo dejar de simular tener la misma
maldita enfermedad que se llevó a su padre. Dios se vengó de mi llevándose con
él a mi marido, pero yo engañé a sus curas. Aunque lo cierto es que a ellos
tampoco les ha ido mal. Aquel cura era muy listo y supo ver rápido la afilada
punta del negocio”.
“¿Usted ha visto alguna vez a la Virgen, señor
Obispo?”. “No, hijo, no he tenido esa suerte, parece ser que sólo los puros de
corazón pueden verla en su aparición anual cada 27 de abril. Yo soy un humilde
pecador y aún no he sido bendecido con ese privilegio, pero cada año son más los
que tienen la suerte de verla. Ella sigue viniendo a nosotros y realizando más
milagros como aquel, de eso no hay duda, pues ya son miles las declaraciones y
los misterios recogidos en nuestros archivos. Puede documentarse en ellos cuando
quiera, sólo tiene que pedírmelo y le concedo el permiso, señor periodista”. “Y, a partir de ahí, la fe en nuestra virgen prendió como la pólvora, ¿no es así?, se corrió la voz y comenzaron a llegar tantos feligreses que ya se hizo necesaria la construcción de esta ermita, junto
al río, muy cerca del lugar de la aparición mariana, y la urbanización de la aldea para
el hospedaje y la atención de los romeros. ¿Fue esa la razón por la que el Ayuntamiento
y la Diputación Provincial decidieron donarles la titularidad de los terrenos y
apostar financieramente por la construcción del barrio Utopía, con el objeto de
trasladar allí a todos los habitantes de las chabolas?”. “Ya veo que está usted bien informado, señor
periodista. Así fue, todos hicimos un esfuerzo para construir este sueño. Las
instituciones públicas donándonos los terrenos y financiando Utopía. Los
constructores levantando nuestra ermita a cambio de dejarles construir
también la casa de la hermandades y los hoteles y restaurantes en los que
pernoctan y se alimentan los millones de romeros que nos visitan cada año. Y nosotros haciendo lo de siempre, ocupándonos del bienestar del
cuerpo y el alma de todos y cada uno de nuestros feligreses”.
Era el momento de clavar la espada y no lo dude, miré fijamente a los ojos del toro con sotana y alzacuello y le pregunté: “Entonces, ¿me está diciendo usted que la Iglesia no ha sacado ningún beneficio por la venta de los solares a las constructoras?”. El Obispo volvió a removerse inquieto sobre el banco, tragó saliva, inspiró aire profundamente y me contestó: “No le negaré, amigo periodista, que algunos empresarios fueron generosos, pero eso no significa que la Iglesia buscará rentabilidad o negocio, más teniendo en cuenta que todo lo que entra en nuestra caja luego se invierte en la erradicación de la pobreza y la proyección del evangelio. No se deje llevar por las malas ideas que el demonio pueda meterle en la cabeza. Nosotros somos hijos de Dios y acatamos su voluntad. Ésta no es nuestra casa, es la casa de Dios y, por tanto, la del pueblo. Nada nos pertenece a nosotros, los hijos del Señor, sólo la voluntad de velar por las almas de su rebaño”. Fueron sus últimas palabras. Dio, en ese momento, por concluida la entrevista y me animó a acompañarle hasta el Mercedes negro que le esperaba frente a la puerta de la ermita. A la salida, antes de bajar la escalinata, se detuvo en uno de los puestos de ventas de reliquias y souvenirs que la parroquia había instalado allí, cogió una medalla de plata de la Virgen de la Ribera y me la colgó del cuello, luciendo una esplendorosa y afable sonrisa mientras lo hacía. “Le dará suerte, hijo, y dotará a su alma de prudencia y sabiduría en la elección del buen camino”, me susurró al oído. Luego subió al vehículo. El chófer cerró la puerta y él bajó la ventanilla, para que, antes de partir, viésemos su cordial despedida con un leve y aséptico movimiento de su mano, esa misma mano con la que, en otras ocasiones, nos suele bendecir a tanto incrédulo.
Era el momento de clavar la espada y no lo dude, miré fijamente a los ojos del toro con sotana y alzacuello y le pregunté: “Entonces, ¿me está diciendo usted que la Iglesia no ha sacado ningún beneficio por la venta de los solares a las constructoras?”. El Obispo volvió a removerse inquieto sobre el banco, tragó saliva, inspiró aire profundamente y me contestó: “No le negaré, amigo periodista, que algunos empresarios fueron generosos, pero eso no significa que la Iglesia buscará rentabilidad o negocio, más teniendo en cuenta que todo lo que entra en nuestra caja luego se invierte en la erradicación de la pobreza y la proyección del evangelio. No se deje llevar por las malas ideas que el demonio pueda meterle en la cabeza. Nosotros somos hijos de Dios y acatamos su voluntad. Ésta no es nuestra casa, es la casa de Dios y, por tanto, la del pueblo. Nada nos pertenece a nosotros, los hijos del Señor, sólo la voluntad de velar por las almas de su rebaño”. Fueron sus últimas palabras. Dio, en ese momento, por concluida la entrevista y me animó a acompañarle hasta el Mercedes negro que le esperaba frente a la puerta de la ermita. A la salida, antes de bajar la escalinata, se detuvo en uno de los puestos de ventas de reliquias y souvenirs que la parroquia había instalado allí, cogió una medalla de plata de la Virgen de la Ribera y me la colgó del cuello, luciendo una esplendorosa y afable sonrisa mientras lo hacía. “Le dará suerte, hijo, y dotará a su alma de prudencia y sabiduría en la elección del buen camino”, me susurró al oído. Luego subió al vehículo. El chófer cerró la puerta y él bajó la ventanilla, para que, antes de partir, viésemos su cordial despedida con un leve y aséptico movimiento de su mano, esa misma mano con la que, en otras ocasiones, nos suele bendecir a tanto incrédulo.
Del libro "historias de la puta crisis"
miércoles, 19 de marzo de 2014
UNA TONTERÍA
Puede parecer
una tontería. Sin embargo, hazlo. Hoy mismo. Sin dilación. Párate en mitad de
la vía y alza la mirada. Observa ese azul inmenso que te contempla.
Comprenderás lo pequeño que es el hombre y, a la vez, qué grande, porque es el
único ser capaz de comprenderlo. Pero no, no lo hacemos. Caminamos por el mundo
a toda ostia, pisando el acelerador de esa potente moto que imaginariamente
solemos llevar entre las piernas. Siempre con la mirada fija en el asfalto, más
allá del arcén ya todo en negro, con la adrenalina bombeando ante la ansiedad
adictiva de las curvas y el campo de visión reducido a la diana. Sólo el
objetivo nos importa. Competir y ganar. Aferrarse a la victoria, al vil metal,
a la calavera de los muertos que ciegos nos siguen. Sólo el dinero importa, y
el poder. Ser la casta de más alta alcurnia. Y ni vemos las flores que pisamos
en ese trayecto de locura y ambición. ¿Somos capaces de comprender el cosmos y
pasamos de saber que es en el estiércol donde nace el manantial de la belleza
de las flores?
Nos
autoengañamos. Nos autoengañamos constantemente. Nos pensamos únicos cada uno
en su faceta. El cachas dándose la paliza en el gimnasio y alimentándose de
esteroides para ser único en su selfies
del facebook. La poetisa obesa cantando
odas al amor y al sexo desde la eterna soledad de su hogar. El gran ejecutivo
pisando y machacando todo cuello que se le ponga por delante, excepto el de los
jefes, claro está, a quienes suele ponerles el culo nada gustosamente. (Aún así,
imposible imaginar sexo blando en esta especie. Tratando de imaginar, sólo
alcanzo al coito de un león y una hiena, por ejemplo). Y todo para qué, si con
el paso de los años al cachas se le caerán las carnes; la poetisa obesa hará,
por fin, el amor con algún calvo arrugado y se enamorará y dejará de escribir y
comprenderá que el amor era, en realidad, esta otra cosa tan distinta; y el
rico y exitoso ejecutivo, ya con cáncer de colon, seguirá sobornando a
periodistas para que ninguno investigue sus memorias.
No. Ninguno de nosotros es único. Porque para que algo
sea único ha de ser extraordinario y nosotros demasiado corrientes, clones
absurdamente repetidos del vulgar álbum de cromos que es la humanidad. Lo
verdaderamente extraordinario, lo único, es la vida. Nuestras vidas. ¿Qué vamos
a hacer con ellas? Sin embargo, preferimos soñar. Soñamos con llegar a la Luna
y llegamos. Soñamos con vernos desde el espacio y nos vimos, pequeñitos, como
hormiguitas locas y vulnerables, sin cerebro capaz de comprender. Convertimos
nuestros sueños en realidades palpables. Volar. Respirar bajo el mar. Danzar
sobre las olas. Caer desde el cielo, meciéndonos en el aire, como plumas. Ser
veloces. Ser el más rápido, sin obstáculos que aminoren nuestra marcha o
derribarlos, si nos estorban, desde la inconsciente distancia, antes de lograr la conquista del terreno. Destruir. Destruir todo a nuestro paso. Reducirlo todo a
escombros y, con ellos, sepultar la frescura miserable del estiércol.
¿Por qué no
comprendemos nuestro error? ¿Acaso estamos ciegos? ¿No vemos los muñones en la
espalda del misterio, sus ángeles, ya sin plumas en las alas? ¿Preferimos la
negritud del petróleo a la luminosidad estrellada del cielo nocturno, los
pixeles de la pantalla al parto milagroso de una flor, el enjambre
esquizofrénico de la hora punta a pararnos y observar el milagro de la luz
entre los dedos de un bebé, el tacto frío del móvil a ese azul abovedado que
nos revela frágiles, pequeños y estúpidos temerosos del asombro, esa plenitud, su latido de amor?
Yo quiero ser
corriente, maravilloso y frágil como lo es un corazón. Un milagro poblado de
errores, como su caducidad, pero capaz de agitarse ante la visión de un nuevo y
esplendoroso horizonte, alzar eufórico sus sístoles ante un paisaje inexplorado,
el roce de otra piel o el desarrollo de las ideas. A todos nos abraza el mismo
azul inmenso que nos envuelve. A todos nos sabe vulnerables, pequeños y, a la
vez, qué grande, porque sólo nosotros podríamos llegar a comprender.
BREVE DEFENSA DE LA POESÍA (W.H. AUDEN)
Esta curiosidad es la intervención de W.H. Auden en una mesa redonda que organizó el PEN Club en Budapest, octubre de 1967. The New York Review of Books lo rescató en una entrega de 1986.
Las discusiones sobre el papel del artista en la sociedad pocas veces dan fruto porque sus participantes no han definido qué quieren decir con los términos que usan. Mientras malinterpretemos lo que otros dicen, ni el acuerdo central ni la diferencia genuina de opinión son posibles. Empezaré, entonces, con algunas definiciones.
Individuo. En primer lugar, un término biológico: un árbol, un caballo, un hombre, una mujer. En segundo lugar, como el hombre es un animal social y nace sin formas instintivas de conducta, el término es sociopolítico: un americano, un doctor, un miembro de la familia Smith. Como individuos somos, se quiera o no, miembros de una sociedad o de varias sociedades, cuya naturaleza esta determinada por necesidades biológicas y económicas. Como individuos nos crean por reproducción sexual y condicionamientos sociales y sólo se nos puede identificar por las sociedades a las que pertenecemos. Como individuos, somos comparables, clasificables, contables, remplazables.
Persona. Como personas, cada uno de nosotros puede decir yo respondiendo al tú de otras personas. Como personas, cada uno de nosotros es único, miembro de una clase propia con una perspectiva única del mundo, alguien que no se parece a nadie que haya existido antes y que no lo será a nadie que exista después. El mito de la descendencia de toda la humanidad de un solo antepasado, Adán, es un modo de decir que se nos llama a la existencia personal, no por un proceso biológico sino por otras personas, nuestros padres, amigos, etcétera. De hecho cada uno de nosotros es Adán, una encarnación de toda la humanidad. Como personas no somos miembros de las sociedades pero, junto con otras personas, tenemos la libertad de formar comunidades por amor a algo mas que nosotros, por la música, la filatelia o por el estilo. Como personas somos incomparables, inclasificables, incontables, irremplazables.
Al parecer muchos animales cuentan con un código de señales para comunicarse entre individuos de la misma especie, con el fin de transmitir una información vital sobre sexo, territorio, alimento, enemigos. En los animales sociales como la abeja, este código puede volverse complejísimo pero sigue siendo un código, una herramienta impersonal de comunicación: no evoluciona hacia el lenguaje porque el lenguaje no es un código sino la palabra viva. Sólo las personas pueden crear el lenguaje porque solo ellas desean abrirse libremente a otros, dirigirse a otros y responder a otros en la primera o segunda personas, o por sus nombres: sin importar qué tan elaborados estén, todos los códigos se limitan a la tercera persona.
Como los hombres son a la vez individuos sociales y personas, necesitan un código y un lenguaje. Para ambos se emplean lo que llamamos palabras, pero entre nuestro uso de ellas como señales y nuestro uso de ellas como discurso personal hay un abismo; si no hacemos esta distinción no podremos entender un arte literario como la poesía ni comprender su función.
Los pronombres personales de la primera y segunda personas no tienen genero; el de la tercera tiene género, y en realidad debería llamarse impersonal. Al hablar sobre alguien más a un tercero, la tercera persona es una necesidad gramatical, pero pensar en otros como él o ella es pensar en ellos no como personas sino como individuos.
Los nombres propios son intraducibles. Al traducir al ingles una novela alemana cuyo héroe se llama Heinrich, el traductor debe escribir Heinrich y no cambiarlo por Henry.
La poesía es lenguaje en el más personal, el más íntimo de los diálogos. Un poema sólo tiene vida cuando un lector responde a las palabras que el poeta escribió.
La propaganda es un monólogo que no busca una respuesta sino un eco. Hacer esta distinción no es condenar a toda propaganda como tal. La propaganda es una necesidad de la vida social humana. Pero no distinguir la diferencia entre poesía y propaganda les hace a las dos un daño indecible: la poesía pierde su valor y la propaganda su eficacia.
En formas más primitivas de organización social, por ejemplo en las sociedades tribales o campesinas, a la índole personal del lenguaje poético la oscurece el hecho de que la sociedad y la comunidad más o menos coinciden. Todos se ocupan del mismo tipo de actividad económica, todos conocen a los demás personalmente y más o menos comparten los mismos intereses. Más aún, en una sociedad primitiva, la poesía, el lenguaje de la revelación personal, no se ha separado de lo mágico, del intento por controlar las fuerzas naturales mediante la manipulación verbal. Por otra parte, hasta la invención de la escritura, el hecho de que el verso es mas fácil de recordar que la prosa da al primero un valor de utilidad social no poético, como mnemotecnia para transmitir conocimientos esenciales de una generación a otra.
Donde quiera que haya un mal social verdadero, la poesía, o cualquier arte para el caso, es inútil como arma. Aparte de la acción política directa, la única arma es el informe de hechos: fotografías, estadísticas, testimonios.
Las condiciones sociales que conozco personalmente y en las que tengo que escribir son las de una sociedad tecnológicamente avanzada, urbanizada y aglomerada. Estoy seguro de que en cualquier sociedad (no importa cuál sea su estructura-política) que alcance el mismo nivel de desarrollo tecnológico, urbanización y riqueza, el poeta se enfrentará a los mismos problemas.
Es difícil concebir una sociedad abundante que no sea una sociedad organizada para el consumo. El peligro en una sociedad así es el de no distinguir entre aquellos bienes que, como la comida, pueden consumirse y hacerse a un lado o, como la ropa y los automóviles, descartarse y reemplazarse por otros más nuevos, y los bienes espirituales como las obras de arte que sólo alimentan cuando no se consumen.
En una sociedad opulenta como Estados Unidos, las regalías dejan bien claro al poeta que la poesía no es popular entre los lectores. Para cualquiera que trabaje en este medio, creo que esto debía ser más un motivo de orgullo que de vergüenza. El público lector ha aprendido a consumir incluso la mejor narrativa como si fuera sopa. Ha aprendido a mal emplear incluso la mejor música, al usarla de fondo para el estudio o la conversación. Los ejecutivos empresariales pueden comprar buenos cuadros y colgarlos en sus paredes como trofeos de estatus. Los turistas pueden “hacer” la gran arquitectura en un tour guiado de una hora. Pero gracias a Dios la poesía aún es difícil de digerir para el público; todavía tiene que ser “leída”, esto es, hay que llegar a ella por un encuentro personal, o ignorarla. Por penoso que sea tener un puñado de lectores, por lo menos el poeta sabe algo sobre ellos: que tienen una relación personal con su obra. Y esto es más de lo que cualquier novelista de bestsellers podría reclamar para sí.
Traducción: Delia Juárez
martes, 18 de marzo de 2014
Poema final de GIORDANO BRUNO dedicado a sus verdugos en la hoguera
Decid, ¿cúal es mi crimen? ¿lo sospecháis siquiera?
Y me acusáis, ¡sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana, donde encendáis la hoguera,
Levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma,
¿Por qué?…Porque las luces busqué de la verdad,
No en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma
Con dogmas y con mitos robados a otra edad,
Sino en el libro eterno del Universo mundo,
que encierra entre sus folios de inmensa duración;
los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
basado en la justicia, fundado en la razón.
Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia,
la causa de las causas, el último por qué
ha de trocar muy pronto, la Biblia por la ciencia,
los templos por la escuela, la razón por la fé.
Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo
todo lo grande , y quisierais poderme desmentir.
Más aún, vuestras conciencias, hundidas en el lodo
de un servilismo que hace de lástima gemir…
Aún allá, en el fondo, bien saben que la idea,
es intangible, eterna,divina, inmaterial…
Que no es ella el Dios y la religión vuestra
Sino la que forma con sus cambios, la historia universal.
Que es ella la que saca la vida del osario
la que convierte al hombre, de polvo, en creador,
la que escribió con sangre la escena del calvario,
después de haber escrito con luz, la de Tabor.
Mas sois siempre los mismos, los viejos fariseos,
Los que oran y se postran donde los puedan ver,
fingiendo fé, sois falsos llamando a Dios, ateos
¡chacales que un cadáver buscáis para roer!…
¿Cúal es vuestra doctrina? Tejido de patrañas,
vuestra ortodoxia, embuste;vuestro patriarca, un rey;
leyenda vuestra historia, fantástica y extraña.
Vuestra razón la fuerza; y el oro vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles
Tenéis la bacanales, su pérfida maldad;
como ellos sois farsantes, hipócritas y viles
Queréis, como quisieron, matar a la verdad;
Mas…¡Vano vuestro empeño!…Si en esto vence alguno;
soy yo porque la historia dirá en lo porvenir;
“Respeto a los que mueren como muriera Bruno”
Y en cambio vuestros nombres…¿Quién los podrá decir?
¡Ah!…Prefiero mil veces mi muerte a vuestra suerte;
Morir como yo muero…no es una muerte ¡no!
Morir así es la vida; vuestro vivir, la muerte
Por eso habrá quien triunfe, y no es Roma ¡ Soy Yo!
Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño,
Decidle que a la muerte me entrego como un sueño,
porque es la muerte un sueño, que nos conduce a Dios…
Más no a ese Dios siniestro, con vicios y pasiones
que al hombre da la vida y al par su maldición,
Sino a ese Dios-Idea, que en mil evoluciones
da a la materia forma, y vida a la creación.
No al Dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento,
al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mí,
Al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento,
Al Dios de las bondades, no al Dios de ira sin fin.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
Con hambre, no pudieron mi voluntad quebrar,
Que niegue Pedro al Maestro Jesús, que a mí ante el martirio,
de la verdad que sepa , no me haréis apostatar.
¡Mas basta!…¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra,
¡Cobardes! ¿Qué os detiene?…¿Teméis al porvenir?
¡Ah!…Tembláis…Es porque os falta la fé que a mí me sobra…
Miradme…Yo no tiemblo…¡Y soy quien va a morir!…
Quemadme, que mañana, donde encendáis la hoguera,
Levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma,
¿Por qué?…Porque las luces busqué de la verdad,
No en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma
Con dogmas y con mitos robados a otra edad,
Sino en el libro eterno del Universo mundo,
que encierra entre sus folios de inmensa duración;
los gérmenes benditos de un porvenir fecundo,
basado en la justicia, fundado en la razón.
Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia,
la causa de las causas, el último por qué
ha de trocar muy pronto, la Biblia por la ciencia,
los templos por la escuela, la razón por la fé.
Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo
todo lo grande , y quisierais poderme desmentir.
Más aún, vuestras conciencias, hundidas en el lodo
de un servilismo que hace de lástima gemir…
Aún allá, en el fondo, bien saben que la idea,
es intangible, eterna,divina, inmaterial…
Que no es ella el Dios y la religión vuestra
Sino la que forma con sus cambios, la historia universal.
Que es ella la que saca la vida del osario
la que convierte al hombre, de polvo, en creador,
la que escribió con sangre la escena del calvario,
después de haber escrito con luz, la de Tabor.
Mas sois siempre los mismos, los viejos fariseos,
Los que oran y se postran donde los puedan ver,
fingiendo fé, sois falsos llamando a Dios, ateos
¡chacales que un cadáver buscáis para roer!…
¿Cúal es vuestra doctrina? Tejido de patrañas,
vuestra ortodoxia, embuste;vuestro patriarca, un rey;
leyenda vuestra historia, fantástica y extraña.
Vuestra razón la fuerza; y el oro vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles
Tenéis la bacanales, su pérfida maldad;
como ellos sois farsantes, hipócritas y viles
Queréis, como quisieron, matar a la verdad;
Mas…¡Vano vuestro empeño!…Si en esto vence alguno;
soy yo porque la historia dirá en lo porvenir;
“Respeto a los que mueren como muriera Bruno”
Y en cambio vuestros nombres…¿Quién los podrá decir?
¡Ah!…Prefiero mil veces mi muerte a vuestra suerte;
Morir como yo muero…no es una muerte ¡no!
Morir así es la vida; vuestro vivir, la muerte
Por eso habrá quien triunfe, y no es Roma ¡ Soy Yo!
Decid a vuestro Papa, vuestro señor y dueño,
Decidle que a la muerte me entrego como un sueño,
porque es la muerte un sueño, que nos conduce a Dios…
Más no a ese Dios siniestro, con vicios y pasiones
que al hombre da la vida y al par su maldición,
Sino a ese Dios-Idea, que en mil evoluciones
da a la materia forma, y vida a la creación.
No al Dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento,
al Dios de la conciencia, al Dios que vive en mí,
Al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento,
Al Dios de las bondades, no al Dios de ira sin fin.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
Con hambre, no pudieron mi voluntad quebrar,
Que niegue Pedro al Maestro Jesús, que a mí ante el martirio,
de la verdad que sepa , no me haréis apostatar.
¡Mas basta!…¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra,
¡Cobardes! ¿Qué os detiene?…¿Teméis al porvenir?
¡Ah!…Tembláis…Es porque os falta la fé que a mí me sobra…
Miradme…Yo no tiemblo…¡Y soy quien va a morir!…
Así respondió GIORDANO BRUNO A SUS VERDUGOS antes de ser asesinado por no retractarse de sus ideas. En su respuesta les dice: “Quemadme, que mañana, donde encendáis la hoguera, levantará la historia una estatua para mí”… lo que ciertamente se cumplió y en ella, en el campo di Fiori, se encuentra su estatua...
miércoles, 12 de marzo de 2014
LOS NADIES (E. Galeano)
Los nadies
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano
jueves, 6 de marzo de 2014
HE VIVIDO (Leopoldo M. Panero)
He vivido
He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.
LEOPOLDO MARÍA PANERO
Texto extraido del blog "El toro de barro"
martes, 4 de marzo de 2014
UNA HISTORIA DE BASURAS
“Sí, señor, era ese hombre, el de la fotografía de su periódico. Lo mataron hace dos noches, en el basurero, y no será fácil encontrar su cadáver tras el festín de las ratas”, me confesó. Yo no podía apartar la mirada de sus botas, estaban tan fuera de contexto que me atraían como un enigma imantado que era necesario descifrar. Todo en él era viejo, raído por el tiempo, el uso abusivo y la suciedad, sin embargo, sus botines de diseño italiano y fino cuero brillaban impolutos bajo la luz cenital de la oficina. “Eran suyas –me dijo, señalando con el dedo la fotografía del juez. Logré quitárselas antes de que las ratas atacaran en masa. ¿No me buscaré un lio por ello, verdad? Él ya estaba muerto y yo las necesitaba. Hacía meses que el agua se filtraba por los agujeros de mis zapatos y el basurero siempre está lleno de charcos”. “No se preocupe, nunca filtro mis fuentes si ellos no quieren”, le tranquilicé. “Le cuento esto porque necesito el dinero que usted me ha ofrecido. En el basurero cada día se encuentran menos cosas de valor, esquilman los contenedores y apenas llega ya nada allí, y yo tengo que alimentar a mi familia. Pero no quiero problemas, ni con la gente que se mueve por el lugar en el que me busco la vida, ni con la policía. Y de los jueces ni me hable, no nos dejaron en paz hasta que nos castigaron por ser pobres y nos echaron a la calle”, me expuso con claridad. “Entonces, ¿vio usted al asesino?”, le inquirí. “Sí, les vi llegar en un Mercedes, sobre las dos de la madrugada, la hora de menor vigilancia en el vertedero. Eran tres. Sacaron del maletero a ese señor, lo llevaron al borde del agujero, le dispararon en la cabeza, lanzaron el cuerpo por el precipicio y se largaron. Apenas me dio tiempo de quitarle las botas al muerto. Las ratas ya lo devoraban cuando llegaron los camiones de tierra que, antes del amanecer, ya habían enterrado la basura y el cadáver. En cuestión de tres horas allí sólo había una llanura de tierra baldía.” “¿Logró ver con claridad a los asesinos?”, le pregunté. “Tenga la seguridad, señor periodista, de que si me encuentro con ellos evitaré cruzarme en su camino. Pero le diré que no, que estaba escondido a cierta distancia y que la noche era muy oscura. Aunque mis circunstancias sean míseras sigo amando la vida y usted tampoco va a lograr que mis circunstancias mejoren, ¿verdad? Mire, prefiero seguir en el anonimato y sobrevivir como pueda cada día. En este país el poder y la impunidad se dan la mano y yo sería un obstáculo muy fácil de derribar. Mi familia me necesita vivo, porque tiene la mala costumbre de comer cada día. Toda una desgracia, ya ve”.
Bruno González no podía ser el asesino
material del juez que lo envió a la cárcel. Cuando desapareció el jurista él
llevaba en prisión tres meses. Y, aunque el juez sí denunció públicamente las
presiones a las que se le estaba sometiendo desde muy altas instancias, nunca
llegó a temer por su vida. Bruno González, el conocido como emperador de las
basuras levantinas, fue imputado por fraude, malversación, tráfico de
influencias, falsedad documental y blanqueo de capitales. Comenzó su andadura
empresarial como un pequeño constructor y ahora era un gran promotor
inmobiliario, además de explotar la concesión de la recogida de basuras en
incontables municipios levantinos. Los tres cementerios de basuras que
explotaba estaban en tierras que antaño formaban parte de parajes naturales que
habían sido recalificados por los concejales de urbanismo y los alcaldes de los
distintos consistorios. Otro tanto ocurría con las tierras en las que construía
sus emporios urbanísticos. En cuestión de diez años había dejado de ser un
currante de sol a sol para convertirse en un severo hombre de negocios
multimillonario, pleno de ambición sin medida y carente de toda piedad. Aunque
su capacidad de seducción nunca mermó, sobre todo entre aquellos que podían
ofrecerle más de lo que él estaba dispuesto a dar. Yo no podía demostrarlo,
pero estaba convencido de que tenía algo que ver con la desaparición y más que
probable muerte de juez. La policía seguía sin pistas y yo quizás podría hallar
alguna evidencia si me entrevistaba con el empresario en prisión. Solicité una
entrevista con él y me fue concedida.
Bruno González me recibió en su celda, no
sin antes haber sido cacheado escrupulosamente por los funcionarios y haberme
sido requisado el móvil y la grabadora que ocultaba en el dobladillo del
pantalón. “Siéntese. No podrá tomar
notas, ni grabar nada de nuestra conversación”, me ordenó sin tapujos el delincuente Bruno.
Me acomodé en una silla de frágiles tubos de metal y lo miré, de pie junto a la
ventana, con el brazo extendido y la mano abierta más allá de los barrotes,
como intentando acariciar los últimos rayos del sol antes de que éste huyera a
otras fachadas menos sombrías. Cerró los ojos un instante, concentrándose en el
agradable calor de las yemas de sus dedos, hasta que el sol se fue. Entonces
volvió a abrir los ojos, fijó su mirada en mí y dijo: “¿Por qué está haciendo esto?, levantando infamias sobre mí, usted sabe
muy bien que no he tenido que ver nada con la desaparición del juez, aunque no
negaré mi satisfacción por ello, me ha metido en la cárcel sin prueba alguna y
creo que tengo derecho a odiar a mis enemigos”. “Tengo una fuente que asegura
haber visto cómo asesinaban al juez en uno de sus vertederos”, le contesté.
“Una fuente. ¿Qué es una fuente? Algo de
lo que mana agua y se diluye, algo etéreo, inconsistente. ¿Tiene esa fuente acaso
nombre y apellidos? ¿Debilidad o necesidades? ¿Tiene desesperación? Quizás todo
a la vez, además de miedo, por supuesto, como todos menos usted. ¿Por qué usted
no tiene miedo? ¿No le gustaría vivir como otros colegas de su profesión que
son muy bien remunerados, sin miedo y colmado de placeres?, me susurró mientras
tomaba asiento en el mullido sillón que había frente a mí. “¿Esta usted tratando de sobornarme o de amenazarme, señor González?,
le pregunté, clavando mis ojos en su mirada. Él movió hacia arriba los hombros,
me sonrió y me volvió a susurrar, esta vez acercando sus labios a mi oreja: ¡Que tremebundo es usted, señor periodista!
Debería tener otra actitud más proclive a la alegría. Al fin y al cabo eso es
lo que vamos a recordar cuando se acerque el fin. Los buenos momentos, ¿verdad?,
y con dinero en los bolsillos siempre tendremos más buenos momentos. En cambio,
con los bolsillos agujereados y esa rigidez moral tan lúgubre sólo conseguirá
convertirse en un viejo amargado que no soporta ni al mundo que le rodea, ni a
sí mismo. Dígame, señor periodista, ¿nunca ha deseado joder a su jefe?, confiese
que sí, por favor, diga la verdad, porque está claro que, hasta ahora, jamás lo
ha conseguido. Yo sí, yo lo consigo siempre y hasta me he follado a espléndidas
alcaldesas, revolcándonos ambos entre los billetes de 500 euros y las basuras
que previamente habíamos esparcido por el suelo. Sibaritismo y sudor animal, la
mezcla más explosiva que existe. Los instintos más salvajes emergiendo sin
pudor de nuestras pieles, tan semejante a la suya. Nada hay comparable al éxtasis
copulativo del lujo y la inmundicia. Nada. Y créame si le digo que cuando has
vivido una experiencia así, ya no puedes evitar desear que se repita de nuevo, con
urgencia, como si tus venas necesitasen imperiosamente esa forma de extraña heroína
de la que ya nunca te podrás desenganchar. Dime que quieres probarlo y se te
facilitará, sé que te gustará, y tú también lo sabes, pero no tardes demasiado
en decidirte”. Volvió a acomodarse en el sillón, como se instala un huésped
que acaba de comprar la casa. Y yo, que mantuve la templanza a pesar de su
proximidad, le miré a la cara y le dije: "No
se saldrá con la suya, esta vez no. Surgirá otro juez honesto que lo condenará
a pudrirse en la cárcel, señor González. En este país ya no permitimos la
impunidad, ni a delincuentes como usted. Revelaré a la policía el nombre de mi
fuente y ésta les conducirá a lugar en el que está enterrado el cadáver del
juez. No todo el mundo está en venta. Aún quedamos algunos que confiamos en la
honradez de la mayoría de la humanidad y los criminales codiciosos como usted
no merecen vivir entre nosotros”. “¡Qué equivocado estas, chaval! –me contestó
con una irónica sonrisa en el rostro. No
es la honradez, ni la ética, ni si quiera el amor, el motor que mueve el mundo.
Es el deseo el que acaba transformando todo”.
Mes
y medio ha pasado ya desde aquella entrevista. Y hoy, Bruno González, el
promotor inmobiliario y emperador levantino de las basuras, ha sido puesto en
libertad. En la rueda de prensa ofrecida a los medios tras su liberación, se ha
mostrado como una víctima más de las conspiraciones de la izquierda radical y
extremista de este país, aseverando haber demostrado con rotundidad su
inocencia, limpiando de toda sospecha su buen nombre, a pesar de todas las
injurias que aún se vierten sobre él en algunos medios de comunicación. La
policía localizó a Inocencio Garzón, aquel hombre de aspecto ajado y
relucientes botas, pero no quiso colaborar con ellos. Nunca dijo nada y negó
haber hablado conmigo jamás. Ya no tenía que rebuscar entre los desperdicios del
vertedero, ahora guardaba la reja de posibles curiosos y buscavidas de la
putrefacción y le habían construido una casita de madera en la entrada del
recinto. Se le veía más feliz, mirando siempre el polvo que, a lo lejos,
levantaban los camiones y el vuelo majestuoso de los buitres sobre el
cementerio de basuras. El juez al que fue asignado el caso dijo que el coste de
remover el vertedero sería muy elevado y era muy improbable, viendo la poca
credibilidad de mi periódico, el hallazgo de ningún cadáver allí y se dio prisa
en cerrar un caso cuya resolución exigía con prontitud la ciudadanía. La mitad
de los delitos imputados ya habían prescrito y la otra mitad carecía de
contundentes pruebas incriminatorias. Era de esos árbitros que ante la duda
prefería no pitar penalti. El resultado final fue una multa por fraude a
Hacienda de 500.000 euros y 6 meses de prisión, habiéndolos cumplido ya el reo en
preventiva. Todo volvía a ser como antes de la crisis, aunque está no nos
hubiese abandonado todavía. Todo permanecía igual, menos yo que, triste y
amargado, comenzaba a sentirme envejecer, como un cadáver al que se aproxima un
ejército de ratas.
Del libro: "Historias de la puta crisis"
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