SINFONÍA DE ÓRGANOS (Cap 9. Tánger, Marruecos)
Él siempre anheló unos zapatos, sus cuarteados pies notaban demasiado el invierno. En bocas de los que en el reencuentro veraniego exhibían ínfulas norteñas creyó adivinar un camino, más virtuosos que de lógica razón. La filosofía carece de arraigo en estómagos áridos. De modo que se vio inmerso en cabalística experiencia que lo mutase invisible a las fronteras. Así, con la promesa de que un riñón bien valía la libertad, dio con sus huesos en un cuartucho perdido en las arenas de Malabata, primer peldaño en la culminación de las más básicas necesidades.
Una lámpara solitaria alumbraba su espalda. Contuvo la respiración ante el tosco relleno de chilaba que se le aproximaba. Unas manos profilácticas a la altura de sus ojos y... una congoja expansiva desbordó su corazón. Agarró frenético el brazo del individuo y preguntó:
- Oiga, ¿esto no dolerá más que el hambre?
Mientras se anestesiaba fumando hashish sintió amenazador la caricia del bisturí sobre su piel. Semanas más tarde una ola traicionera descarnó sus ilusiones.
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