jueves, 28 de noviembre de 2013

COMUNICADOS



El parado llegó a casa pensando que todo estaba bien.
Aún tenía amigos y siempre encontraba alguno cuando salía de casa.
A pesar de la decrepitud y los bolsillos rotos.

¿A quién encontrará mañana, sentado en el banco bajo el sol?
¿Qué voz sonará al otro lado del teléfono, cuando llame a ciegas,
para anunciarle un nuevo e inesperado funeral?

.

LA SOMBRA DEL FUEGO



Mira como el perro al hueso,
mas nunca la oí ladrar.

Acaso ya todo le resbale.
Sabe que forma parte del infierno,
de la sombra delirante del fuego del infierno.

Sin embargo, no hiere noviembre, con sus aceros fríos,
sus pies descalzos, sus carnes cetrinas y al aire.

Observa el escaparate navideño de una librería,
sorda al llanto del infante,
que se aferra a la ubre del maná.

Lágrimas resbalan por su faz. Y el gitano se burla
y la achucha, desde el otro lado de la calle.

No sabe leer. Pero, sin saber por qué,
se traga la rabia y el dolor, y llora
cada día ante el dibujo de ese libro.

Un vertiginoso tacón de aguja, una corona

y un sobrio puñal, manchado aún de sangre.

martes, 26 de noviembre de 2013

LA TRAICIÓN DE LOS POETAS

Hicimos versos olvidando que la vida
es sólo prosa de espinas y dolor,
ahogando lo mejor, abriendo heridas .
Volamos ensoñados en los púlpitos y, en la intimidad,
 declamamos la perfección, la pose en los espejos.
Todo fue bruma, inacción, sombra sin llama.
Éramos estúpidos Narcisos en bandada
frente al estanque idealizado de la vanidad.
Fuimos ingenuos, terriblemente ingenuos. ¿O no?
Sumisos y volátiles buscando con el pico las migajas,
mientras surgían más cráteres, más, y se enfurecía el volcán.
La belleza nunca estuvo en nuestros versos. Mentimos.

La belleza hubiera sido la verdad.

lunes, 25 de noviembre de 2013

2013



Frente al glaciar de escombros, huir de la venganza.
Salir de la rigidez del hielo, no sin dolor,
y encender la lluvia desesperadamente con los labios.
Hallar un refugio y de amor prender la carne en la oscuridad
Luego esperar la luz, el parto milagroso de la luz, 
con el asombro de un recién nacido en la mirada.
Insuflar un nuevo amanecer, despertar pleno a la vida.

Y creer en el fuego purificador de la concordia.

sábado, 23 de noviembre de 2013

A LOS PENSIONISTAS, JUBILADOS Y DEPENDIENTES DE ESPAÑA



   Si este gobierno debiera temerle a algún colectivo es al de los pensionistas, jubilados y dependientes de este país. Por eso me dirijo a usted, que está entre esas tres definiciones. El 70% de las pensiones españolas no superan el salario mínimo interprofesional. Haga números y comprobará que dicho colectivo supera con creces los 6 millones de habitantes. Imaginemos ahora que esos 6 millones de ciudadanos se reúnen en Madrid con la intención de paralizar la capital. ¿Quién podría pararnos? Hasta las porras de los policías se echarían a temblar. ¿Qué agente desearía salir fotografiado en los medios de comunicación machacando a una vieja? Y las autoridades no darían abasto poniendo sanciones, multas exorbitantes que mermaran nuestra ansia de justicia y nuestra lógica indignación. Sin embargo, nos descojonaríamos en sus caras sin ningún pudor porque, y acaso usted no lo sepa, según el artículo 107 de la Ley de enjuiciamiento civil, cualquier persona con un sueldo inferior al salario mínimo interprofesional es inembargable. Imagínense, 6 millones de viejos y/o incapacitados, frente al parlamento español, sonándose los mocos con las multas que les acaban de poner las autoridades. La mofa hacia el gobierno sería sublime, además de estar amparada por la legislación de este país del esperpento. Pero nos podrían meter en la cárcel, pensaréis algunos. ¿De verdad pueden imaginar a un juez mandando a prisión a un viejo de 70 años por salir a tomar el aire por las calles de Madrid?

   Nosotros tenemos la fuerza y ya es hora de que nos vayamos enterando. Comprendo que para muchos de vosotros ésta no sea tarea fácil de abordar, pues no existe otro pensamiento cotidiano en vuestras mente que el de lograr la supervivencia diaria de vuestros familiares, el hijo de 25 años que nunca ha trabajado y se está echando a perder en la calle, el de 35 que ha vuelto a casa y lleva 5 en el paro, los nietos a cuyos padres han desahuciado y ahora se sustentan cada día de tu pensión, etc… Pero ya es hora de dejar de mendigar parches efímeros e ir a por todas. Ya el nivel de indignación no es sostenible. Ya la resistencia se plantea imposible para muchos, demasiados. Y encima la ignominia es doble, no sólo pretenden aniquilarnos (en 2015 habrá más muertes que nacimientos en España), es que además se descojonan, delirantes, mientras morimos. Nos dicen que todo va mejor, que los salarios suben moderadamente, que, gracias a ellos, es estable el sistema de pensiones, que… Cuentos y recuentos falsos, mientras aprietan un poco más, y a traición, la soga que rodea nuestro cuello.  


   Sólo le pido que lo piense un instante. Imagine ese ejército de andadores, sillas de ruedas y muletas, manifestándose, a paso de tortuga, por las calles de la capital. Coméntelo con su familia, para que la acompañen, y la lleven, si es que usted no puede valerse por sí misma. Ni los zombis de Walking Dead generarían tanto terror en nuestros gobernantes. Todos los pilares institucionales comenzarían a temblar. Atrévase a estar ahí, forme parte de tan digna epopeya. Sueñe con cambiar las cosas y convierta ese sueño en una realidad. Mientras nos quede un hálito de vida será posible. Después no habrá remedio y sus hijos y nietos jamás saldrán del infierno. Hágalo por ellos, si ya no quiere hacerlo por usted. Porque ellos merecen vivir mejor y también tienen derecho a la felicidad. La que usted sí vivió alguna vez y ahora apenas recuerda. 

   

viernes, 22 de noviembre de 2013

LEYES, BELIGERANCIA Y ANALFABETISMO DEMOCRÁTICO


   No entiendo a este país. ¿Es que no podemos llegar a un consenso en nada? ¿Sólo sabemos vivir en la ciega vorágine de la confrontación? Los españoles somos borregos, pero además borricos. El híbrido más prominente a la autodestrucción.

   Desde el inicio de la democracia no hemos logrado un acuerdo global en las leyes educativas. O, obligatoriedad de la religión católica y disgregación, o nada de obligatoriedad en nada y libre albedrío para profesores y alumnos. Adoctrinamiento ideológico por ambas partes  y nada más, sin preocuparnos excesivamente por contenidos y continentes. ¡Al carajo la formación de los alumnos! Lo único que importa es la alineación de los futuros votantes. En la sanidad otro tanto. O se argumenta que no es sostenible la gestión pública de los hospitales, o fletamos, desde las antípodas, aviones para operar aquí a quien nunca cotizó en España. O negamos la caridad, o nos desbordamos en ella hasta la consiguiente ruina económica.  En todo igual, es mejor pelearse hasta la extenuación y la consiguiente devastación, que sentarse a hablar como seres civilizados y centrarnos en conseguir algún acuerdo que, aunque no contente plenamente a nadie, sí nos deje en parte satisfechos. Ahora le toca a la ley seguridad ciudadana. El PP quiere devolvernos al fascismo de Franco de un plumazo y se salta a la torera la propia constitución negando al pueblo el derecho de reunión y la protesta pasiva. Mientras la izquierda se lleva las manos a la cabeza argumentando que es una ley innecesaria, cuando tampoco es así, habiendo quedado patente muy recientemente en las manifestaciones que grupos fascistas y anarquistas han llevado a cabo en la universidad complutense de Madrid y en las que encapuchados de ambos bandos han destrozado inmuebles y algún rostro inocente que otro. Claro que todo se puede regular y es necesario hacerlo para evitar hechos como éste. (¿Por qué algunos van enmascarados a las manifestaciones? Si vas con la justa intención de protestar pacíficamente y careces de ansiedad de sangre no tienes porque ocultar el rostro.) Pero para regular es necesario que entre todos analicemos los problemas y buscar soluciones que no conlleven la restricción de la libertad democrática de los ciudadanos, ni la represión contra el pueblo inocente. No podemos permitir que subgrupos de radicales antidemocráticos rieguen de sangre y caos nuestras calles, pero tampoco podemos permitir que, escudándose en tal afirmación, otros aprovechen la coyuntura y el miedo inoculado en las masas para cercenarnos de un plumazo todas nuestras libertades constitucionales.

   ¿Qué carajo le ocurre a éste esperpéntico país? ¿Por qué sólo sabemos vivir en la constante beligerancia? ¿Por qué nunca hemos sido capaces de sentarnos cívicamente y hablar? ¿O es que, en realidad, aún no sabemos en qué consiste una democracia?

jueves, 21 de noviembre de 2013

ESTÉTICA LABORAL



  Antes de salir de la clínica se miró en el espejo y no se reconoció. Ya no era ella, pero la sonrisa inesperada del entrevistador, unas horas después, hizo que no le importara. Esa otra que había poseído su cuerpo era displicente y generosa; le conseguía trabajo con facilidad, y sin necesidad de expresar su angustia. Imposible siendo ella misma. 
   El escote del uniforme era sugerente y el mostrador demasiado bajo. Los hombres, como moscas, se arremolinaban sobre la silicona de sus tetas. Vendía perfumes, maquillajes, máscaras de felicidad. El clic metálico de la caja de caudales no cesaba de sonar y la bolsa subía al ritmo de sus globos. Y dejó de pensar. Desaparecieron los antigüos ideales. Definitivamente. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

UTOPÍA. ¿A QUÉ ESPERAMOS?



   Primero nos llegó La República de Platón, y supimos que después floreció El Jardín de Gilgamesh, La Isla de la Inscripción Sagrada de Evémero y Los Mitos de Hesiodo. Y, más tarde, en el oscurantismo de la Edad Media, refulgieron La Ciudad del Sol de Campanella y La Utopía de Tomás Moro. Desde entonces, un amago sórdido en Aldous Huxley y su Mundo Feliz y el tétrico esperpento de Orwell. Y nada más, sólo un tímido silencio hasta nuestros días. ¿Qué le ha ocurrido a la humanidad? ¿Por qué ha olvidado el descubrimiento de la inocencia, el vuelo sublime de los ideales y el amor? ¿Por qué ya nadie cree en la Utopía?

   El Ser humano, a lo largo de su milenaria existencia, ha logrado hitos inimaginables, a través de la cooperación. Ha domeñado el ritmo de la naturaleza en su cosechas y valles como el del Nilo se convirtieron en paraísos de la abundancia. Ha derivado el curso de los ríos y levantado montañas de piedra en el desierto. Ha conseguido volar, física y virtualmente, y ha sido capaz de diseñar y legislar sus propias democracias. ¿Por qué, entonces, la utopía nos parece inalcanzable? ¿Acaso en la Edad Media imaginaron la teoría cuántica? Hemos adquirido conocimientos que sólo imaginábamos en Dioses inasibles. Y, sin embargo, aún creemos imposible una convivencia en paz y en justa armonía. El animal que aún llevamos dentro sigue enarbolando su dominio. La propiedad territorial y la imposición de sumisión al otro siguen vigentes desde nuestro inicio como especie.

   No tendremos remedio si es que nada hacemos por tenerlo. Nuestro intelecto nos ha facilitado la vida. Las tuberías nos traen el agua de los ríos y las células fotovoltaicas nos traen paisajes estelares. Pero seguimos empeñados en encorsetarnos en fanatismos ideológicos que nos quiebran la convivencia. Desdeñamos al gran grupo de la humanidad para sectorizarnos en subgrupos, como manadas de bestias, que estarían dispuestos a matar por su equipo de fútbol, su partido político, su religión, etc… Sabemos de la grandeza inconmensurable del amor, porque lo hemos vivido (unos más y otros menos, pero todos lo hemos vivido), pero no logramos desprendernos de la envidia y la codicia que nos ciega y nos impele al odio. ¿Por qué? ¿Acaso no somos conscientes del camino de autodestrucción por el que transitamos? No es posible. La incapacidad de discernimiento quedó ya muy atrás, cuándo éramos casi simios.
 

   Claro que la Utopía sería posible, si creyésemos en ella. El hombre ha demostrado que le es posible conseguir todo aquello que se proponga, aunque nos parezca inviable. Entonces, ¿por qué no estamos manos a la obra? ¿A qué esperamos?

martes, 19 de noviembre de 2013

PENSIONES DE INMORTALIDAD

      Hacía tiempo que no veía en las televisiones un anuncio publicitario tan perverso como el último del Banco Sabadell. Bueno, en realidad son dos, en uno el conferenciante es un señor mayor de estética impoluta y en el otro es una hermosa señora de ojos azules la que se dirige a los asistentes. Ambas conferencias versan sobre lo mismo, las excelencias de la medicina bio-molecular y cómo ésta incidirá en un futuro próximo en una mayor longevidad para el ser humano. El hombre se centra en cómo la investigación sobre células madre nos ha posibilitado ya confeccionar órganos humanos a la carta. A ella, por ser mujer supongo, le han dado el discurso de los últimos descubrimientos en la regeneración molecular, dando a entender no sólo que viviremos mucho más, sino que además seremos eternamente jóvenes. Y aquí está el engaño y la perversión, teniendo en cuenta que la finalidad del anuncio es que usted se haga un seguro de pensiones en el Banco promocionado.

   En estos últimos meses hemos asistido a anuncios de hallazgos científicos asombrosos, el ritmo del conocimiento sobre las posibilidades regenerativas de las células madres está siendo alucinante. Hace unas semanas anunciaron la creación, a partir de células madres del propio órgano, de un hígado humano, en un laboratorio de Japón y hace unos días se consiguió, en un laboratorio español, generar un riñón fetal microscópico de análoga manera. Pero esto no es nuevo y nosotros, el vulgo corriente, tan sólo conocemos de estas investigaciones una pequeña parte. Ya, en un laboratorio universitario de Huoston y hace más de quince años, se consiguió inocular células madre manipuladas al órgano del que fueron extraídas, el corazón de un ratón, al que posteriormente le produjeron un infarto de miocardio. El resultado fue milagroso, el corazón se regeneró y el ratón comenzó a moverse. Que estamos a las puertas de la inmortalidad es ya un hecho evidente. Pronto no necesitaremos transplante alguno, ni el cáncer podrá vencernos y cualquier órgano del cuerpo humano que enferme podrá ser regenerado con la salud y la fuerza de un órgano recién nacido. Ya sólo podremos fenecer a causa de un accidente mortal o por propia voluntad. Pero es también evidente que, desde que la mitocondria llegó al acuerdo con el oxígeno, en el que éste nos dotaba de energía y le permitíamos, a cambio, oxidarnos, el envejecimiento paulatino de nuestra carne, nuestro cerebro y nuestros huesos es irreparable.

   De todo esto se deduce que nuestro futuro será difícil de llevar sin conflictos sociales. El progreso científico que nos hará inmortales es caro y los laboratorios, a través de sus patentes, buscan enriquecerse sin medida. ¿Quién lo pagará? En un mundo en el que el hombre puede vivir eternamente, pero en el que no podrá ser productivo siempre ¿quién tendrá derecho a la eternidad? Porque un sistema de pensiones como el actual ya no será sostenible. Y habrá privilegiados con gran poder económico y buenas pensiones privadas que necesitarán de esclavos, pobres y mortales, que con su esfuerzo y el pago de impuestos sostengan (en lo posible) el sistema. ¿Creen ustedes que el guardaespaldas del millonario y decrépito viejo de 400 años se dejará morir fielmente cuando llegue su momento, sin luchar antes de forma violenta por su vida? ¿Creen ustedes que el gran poder económico mundial y los bancos como el Sabadell no conocen ya ésta realidad? Entienden ahora porque digo que el anuncio publicitario de ese banco es perverso. Ya están preparándose para el futuro, el de ellos y el de sus clientes especiales. Ya están preparándose para la gran guerra de la humanidad, en la que nos jugaremos el derecho a la vida. Y ellos nos llevan ventaja, pues acaparan todo el inmenso arsenal del conocimiento científico y bio-médico. Ellos tendrán la llave de la inmortalidad.


     ¡Qué paradoja! La codicia por la vida será la que nos llevará a la muerte.

sábado, 16 de noviembre de 2013

LA PENSIÓN DE LA ABUELA


   Llegó el frío y en las venas se instalaron filos de cuchillo. Ella lo vio entrar, desnutrido y tembloroso. Él le suplicó no cerrar las ventanas, pues la podredumbre les asfixiaría sin compasión. En las noticias, los ajenos hablaban del prodigio, la economía despegaba al ritmo de un Apolo. La luna ya estaba al alcance de todos. En los platos de la mesa, vacíos, bullían volcanes invisibles y construían nidos las arañas en sus áridos estómagos. En una esquina descansaba el cadáver de la abuela. Sus nietos la acariciaban aún. Tenían que agradecerle, a diario y en silencio, la supervivencia familiar.

CONDENADOS


Desde nuestra gruta todas las sombras
se parecen. Bufamos inestables,
inseguros los ojos, atroz la vigilancia.

Vivimos en la linde del frescor,
la epidermis reseca, y qué alegría
lo verde, mecer cunas, huir crines al viento.

Somos penados, nunca dejaremos la cueva.


Del libro "Bazar de horas"
de Carmen Ciria

viernes, 15 de noviembre de 2013

"CÁSATE Y SÉ SUMISA"


   “Cásate y sé sumisa” es un libro que no pienso leer.  Y no es porque crea que es un atentado contra la dignidad de las mujeres, ni porque haga apología (según algun@s) del mal trato a la mujer. No. La opinión de feministas radicales me la trae al fresco. Es, simplemente, porque ya sé lo que está escrito en él. Aún flipo por el hecho de que en ningún medio de comunicación se hayan planteado la pregunta de si Constanza Miriano, nombre de la autora, pertenece al Opus Dei. Porque vamos, yo no necesito ni preguntarlo, es algo tan evidente que lo huelo desde este pequeño rincón de España. Será por mi nariz de oso polar. El hecho es que pienso que la sumisa esposa Constanza es, como mínimo, supernumeraria del Opus Dei. Y, entonces, ¿qué chorradas no va a escribir?

   Una vez leí un texto de una periodista española que abandonó el Opus Dei. En él narraba el transcurrir de una mañana en la residencia estudiantil. Dos alas del edificio y, en medio, la infranqueable frontera de la disgregación. La sala central era el comedor. Éllas, tras los rezos matutinos (sobre las cinco de la madrugada), eran conducidas a la cocina para preparar el desayuno de los muchachos. A otras, llevadas a una sala contigua al comedor, les abrían la puerta que daba paso al mismo e iban colocando la cubertería de las mesas y dejando cada rincón más limpio que una patena. Finalmente terminaba el proceso, el humo del café y el aroma de las tostadas se volatilizaban en un comedor vacio y, tras el sonido de la llave en la puerta del salón, sonó otra llave en la pared del fondo que abrió la sala a un enjambre de sórdidos muchachos. Una vez devoradas las viandas, ellos volvían a salir, sonaban de nuevo los llaveros y ellas volvían a entrar con el trapo de sus almas en las manos, dispuestas a limpiar babas y migajas. Lo que venía después era aún peor. Era la hora del cilicio.

   ¿Qué va escribir una tía que está orgullosa de fomentar eso? Pues fanatismo, puro y cruel fanatismo y un ojo de lince para los negocios, que de eso el Opus va sobrado, y lo de la moral es relativo cuando se hace necesario un título que provoque y haga sonar caja. Y la principal característica de una supernumeraría fiel ha de ser la obediencia ciega.

   Con el afán de ser aún más sagaz en lo que trato de sugerir aquí os dejo una reciente carta que la señora Miriano envió al Papa Francisco, tras su nombramiento. No tiene desperdicio.

 Querido Papa Francisco,

      Las verdaderas revolucionarias son las mujeres que quieren, como María, servir, y no aquellas que piden mayor poder en la Iglesia. Nosotras sabemos que el ministerio mariano precede al petrino, y sabemos que sólo el amor es creíble y que sólo la cruz hace verdadero al amor; el resto no nos interesa. Nosotras sabemos que el único privilegio digno de anhelo es el del Espíritu, y el sacerdocio que queremos para las mujeres es sólo el del corazón. Nosotras, mujeres al servicio de la vida, no queremos ser más importantes y mucho menos queremos ser cardenales: no tenemos tiempo para eso, ¡tenemos que criar a nuestros hijos!
      Le escribo en nombre de tantas mujeres que quieren servir a la vida y son felices por ello. No queremos volver a modelos del pasado sino ir contracorriente y someternos valientemente a un esposo. Mujeres que tienen a María por modelo y la certeza de que sólo Dios, ningún hombre, podrá colmar todos los anhelos de sus corazones. Le escribo en nombre, creo, de las setenta mil mujeres que han leído mis libros, a muchas de las cuales me he encontrado a lo largo de Italia e incluso en el extranjero. Todas me dicen que desde que alguien les ha recordado qué bello es ser dóciles y acogedoras aman más a sus maridos y se dejan guiar. Son tantas las que me escriben que han decidido casarse o abrirse de nuevo a la vida, y han tenido su tercer, cuarto, quinto hijo. Son tantas las que me escriben que desde que tratan de someterse a sus maridos, como la Iglesia a Cristo, ellos han empezado poco a poco a morir por ellas, un poco cada día, buscando imitar a Cristo.
      Tantas mujeres, sin embargo, sufren. Pero, al menos en esta parte rica del mundo, no sufren porque estén discriminadas. Sufren, por el contrario, justamente porque no dependen ya de nadie. Deciden ellas solas sobre sí mismas, sobre su propio cuerpo, sobre su propia vida, sobre cómo vivir el sexo. Deciden si tener o no ese niño que ha empezado a vivir dentro de ellas. Sufren porque están solas. Porque han malgastado su tiempo mendigando amor y ahora con cuarenta años son devoradas por el terrible remordimiento de haber rechazado a sus hijos, como tierra desierta, árida, sin agua. Sufren porque están desilusionadas de los hombres egoístas a quienes ellas, no obstante, no han sabido hacer de espejo positivo, que es la función de la mujer, no les han sabido mostrar lo bueno y lo bello posible. Si las mujeres se pierden, los hombres se pierden.
      Perdone si me he atrevido a escribirle; le aseguro la oración de mi marido Guido, de nuestros cuatro hijos, Tommaso, Bernardo, Livia y Lavinia y mi rosario cotidiano, y le pido que rece por nosotros.

     Con afecto y devoción,
Costanza Miriano


   El hecho es que a mí todo este discurso me parece tan abyecto como a usted, si usted es un ser normalito y del montón, como yo. Pero tantas voces escandalizadas y condenatorias me abruman. Y decir que chorradas sectarias como éstas generan el mal trato a mujeres masoquistas (¿qué mujer va seguir esos consejos, si no es por puro masoquismo?) ya es pasarse. Olvidamos con demasiada facilidad que escogimos vivir en un régimen democrático, en el que cualquier persona tiene pleno derecho a expresar sus ideas, por muy peregrinas o extrañas que nos parezcan. La libertad de expresión es un derecho que nuestros ancestros se ganaron con sangre. La base democrática es el consenso, sin embargo, incidimos denodadamente en el conflicto y el deseo de imposición. ¿Prohibir el libro? Sí, señores de la izquierda, inteligentes feministas. Y ya puestos los apilamos en una pira y les prendemos fuego, como hizo Hitler en los tiempos de la Weimar. Este libro, por llamar de alguna manera a tal porquería, no es más que un texto fanático escrito por una religiosa del Opus Dei para sus correligionarias, y que las editoriales, expertas en carnaza, han sabido rentabilizar a través de sugerentes escándalos. Sí, señor@s progresistas, gracias a nosotros, a nuestro bombo y platillo corralero, el libro ha sido un éxito y los bolsillos ahítos del Opus se llenaran un poco más. Mal camino llevamos nosotros si nos olvidamos de la esencia democrática y del derecho de todos a la libre expresión y, en su lugar, nos obcecamos en imponer nuestros propios criterios, a través de la prohibición y la censura sobre los otros. ¿Recuerdan el cuadro de Ana botella sacando la lengua, el que el alcalde del PP ordenó retirar del museo? Si todos nos dedicamos a hacer lo mismo, sobre un cuadro, sobre un libro, sobre el impúdico pensamiento del otro, acabaremos sacándonos los ojos y volviendo a vivir en la tenebrosa oscuridad de las cavernas. La línea está muy cerca y algún día un majara incontenible la cruzará y comenzará a correr la sangre. Procuremos evitarlo, señores, que en chorradas como éstas nos jugamos día a día la convivencia democrática, aunque no lo percibamos.  


jueves, 14 de noviembre de 2013

MERCENARIOS, NO PERIODISTAS


   Me asombra la desfachatez de los mal llamados periodistas españoles. Ahora, tras el anuncio de cierre del canal 9 valenciano, se ha abierto por fin un claro debate en nuestro país sobre la manipulación mediática que algunos (prácticamente todos) partidos ejercen sobre los medios de comunicación públicos. Pero ¿de qué ha servido tal proliferación de medios de comunicación públicos en nuestro país, sino ha sido para establecer una mayor cota de poder en los partidos gobernantes? Lo del canal 9 tan sólo es un ejemplo más, porque todas las televisiones públicas son manipuladas férreamente desde sus direcciones impuestas sin consenso. En Canal Sur apenas se habla de los EREs, en Telemadrid nadie se atreve a hablar del ático marbellí del presidente de la Comunidad, en TV3 ni papa del Liceo, ni del Palau del blanqueo de la pasta pública, en el canal gallego si alguien osa hablar de la relación del presidente con el narco lo ponen de patitas en la calle, etc… Y de la 1 nacional no digamos, dependiendo de quién gobierne, así les bailan el agua. ¿Periodistas? ¿De verdad existe algún periodista en nuestro país?

   Algunos diréis que sí porque no todos trabajan en medios públicos, como esos que debaten día tras día en la televisión, los de los medios escritos y, supuestamente, privados. Ja, ja. ¿Existe algún periódico escrito que no este subvencionado y auspiciado desde el poder político? Los que critican al PP por el cierre de Canal 9, elogian ahora la actitud de sus trabajadores. Dicen que ahora expresan la verdad, sus denuncias de manipulación desde la dirección saliente y que les impedía ejercer su labor con dignidad, olvidando que la misma la perdieron desde el momento que decidieron omitir verdades o contar mentiras a cambio de una jugosa retribución. Lo único que les importa, en realidad, es el cambio de bando político, aparentemente, claro. Ya veremos, conforme deje de llegarles el ingreso mensual de sus nóminas, si siguen defendiendo sus actuales discursos o, en cambio, vuelven a intentar venderse al mejor postor.  Los otros, los de la derecha como la Razón, el ABC, El Mundo, etc, se llevan las manos a la cabeza escandalizados por tal anarquía en directo y denuncian, a su vez, conspiraciones desde la izquierda para ejecutar un golpe de estado en la cadena televisiva. Y lo cierto es que todo este espectáculo bochornoso evidencia una sola y aplastante verdad: en España no existen periodistas, existen mamandurrias aferrados a la buena teta. Son mercenarios de la palabra, sin convicciones, sin principios y dispuestos a argumentar cualquier porquería si les pagan bien por ello. Si aún existe algún periodista de verdad en este país no está, desde luego, en ningún medio de comunicación relativamente importante. Estará en algún medio digital, al estilo de Wikileaks, condenado por las autoridades y perdido en las brumas de internet.   

  A los mal llamados periodistas sólo les importa su bienestar y todos esos golpes de pecho que ahora se dan escandalizados por el cierre de Canal 9, no es más que otra cortina de humo creada por ellos mismos con la intención de que el puchero, su puchero, siga lleno. Como si ellos tuvieran más derecho a la dignidad social que los tres millones de españoles que están en riesgo de pobreza y exclusión social. Si los banqueros que nos han robado con las preferentes deberían ir a la cárcel, los periodistas que nos han robado la verdad a cambio de una buena cuenta corriente también. Ya está bien de tanta hipocresía periodística, que los que tienen hoy verdadero derecho a la indignación y a la dignificación son esos seres anónimos que jamás salieron en la tele. Esos de los que ellos nunca hablan.

domingo, 10 de noviembre de 2013

CORDEROS EN EL FUEGO

Como habréis podido comprobar, todos aquellos que leyeron mi última entrada en el blog: un poema titulado "Duerme aún el fuego", el texto es deslavazado, inconexo y falto de la más mínima calidad poética. Hablando en plata: El poema era una mierda. Sin embargo yo tenía claro qué era lo que quería decir. Y de la insistencia en ello, vienen ahora todos estos cambios, una vez dado por terminado (por ahora) el proceso de revisión. El resultado ha sido sorprendente, parecen dos poemas distintos y hasta el título del mismo ha cambiado. Espero que os guste más éste, ya que es el que prefiero yo. Será el definitivo, el anterior lo borraré en unos días.



CORDEROS EN EL FUEGO

Amanece un nuevo silencio tras las colinas.  Con sus fauces
ensangrentadas aún, aúllan los lobos en la cumbre. Los huesos
se ablandan, poco a poco, y comienzan a quebrarse.

El horizonte arde en nuestros ojos, pero el fuego duerme
en brasas disgregadas que cobijamos en el pecho.
Nos extinguimos, desde dentro, en llamas invisibles.

Acostumbrados a la desolación, mutilamos los sueños,
resignados a una ilusión de escombro o vertedero.
El esclavo lame la mano del señor, bajo un silencio de corderos.

Una hamburguesa , burbujas de cocacola y a esperar
tu democrático regalo. Sin incertidumbre. Sin reflexión.
Todos nos ganamos al final nuestra caliente incineradora.

Lo hemos visto alrededor, lo sabemos, pero no queremos ver.
Preferimos imaginar  los aditivos y correr, correr deprisa.
Porque todo arde ya, raudo y fugaz, en la eternidad del fuego.

martes, 5 de noviembre de 2013

LA MADRE DEL ASESINO

   Vivimos en una sociedad que está perdida. Sin valores, ni rumbo. Mientras arrastramos, como un peso insoportable,  toneladas de odio hacia los demás. De todo tiene la culpa el otro y es necesario castigarle. Sin compasión.  Con el máximo rigor y la mayor dureza. Y en el proceso, olvidamos causas y consecuencias. No advertimos ni la mayor afluencia de dolor, ni el caudal de venganza que se nos adviene. Ya no perdonamos nada porque sólo a nosotros nos perdonamos todo. Y el manantial del egoísmo irreflexivo ahoga al ser humano y germina a la bestia, ansiosa de más río de la sangre de los otros. Podríamos hablar de muchos casos en la política, muchísimos en el planeta económico, o de esos nazis descerebrados que hoy la liaron en la Complutense de Madrid. Pero yo prefiero algo más cotidiano: un muchacho de 18 años, el alcohol al volante, la niebla y los controles policiales, un chico de dieciséis años muerto en el arcén y una madre rota, esperando en la ventana a quien ya no llegará.

   Ocurrió ayer, en un pueblo de Galícia. La juventud de cuatro amigos, de entre 16 y 18 años y hermanos dos de ellos, les impelió a la fiesta. Tal y como a todos cuando teníamos su edad. Bebieron algo, claro está, y hasta fumarían porros, seguramente. ¿Quién no a su edad? Si no se cometen errores en la adolescencia es que estás muerto y hasta puede que beatificado. A la vuelta, decidieron hacerlo por la peor vía posible, con el ánimo de evitar los controles, y la niebla hizo el resto. Un árbol traicionero se empotró en el vehículo, segando la vida del hermano del conductor, el pequeño de dieciséis años, al que su madre ya no volverá a ver.

   Del suceso dieron cuenta los telediarios. Al verlo recordé a las víctimas de los accidentes de tráfico, exigiendo mayores y más duras penas para los asesinos (así los llaman) de sus familiares. Su dolor es inmenso y ese impudor televisivo las ensalza ante nuestros ojos, las dota de un aire de congoja y desolación, nos conmina a la comprensión de sus demandas. Pero olvidamos una cosa, no es lo mismo poner una bomba y, desde la lejanía, apretar un botón que despistarte en la niebla y arrollar a un viandante. Para asesinar es necesario tener la intención de hacerlo. Y no podemos convertir un desgraciado accidente en un asesinato con premeditación.

   ¿Qué condena pedirán ahora para este chico? ¿Dirán que mató a su hermano y que merece todo el castigo de nuestras rígidas leyes? Y los jueces no pueden más que aplicar la ley.¿Cuánto? ¿30 años? ¿Y por qué no le aplicamos la Doctrina Parod, pasando de esa estupidez de los derechos humanos? Total, no es más que un asesino…. ¿o no? Todas preguntas irónicas y con enjundia.

   La seriedad se la quedó toda la madre. Y la única pregunta en serio también. ¿De verdad que ella se merece tal castigo?

lunes, 4 de noviembre de 2013

CALLE UTOPÍA

Las ventanas más cercanas al suelo están tapiadas,
ojos ciegos y oídos sordos. En las demás, la ausencia de cristales 
atrapa al viento y en verano se cuela el aroma del orín y la inmundicia.

Al edificio el aire llega a ráfagas y vuelan en su interior mariposas 
de plata, el humo clandestino del bazuko y un enjambre de sueños rotos.
La horda llega con el alma en las manos, hecha unos harapos.

Entre sus paredes sólo hallarás agujas y sangre bombeada. Fuego 
entre tinieblas, la boca de un dragón, la pira encendida y las monedas 
del barquero que te conducirá a la muerte, sobre aguas de adormidera.

En el exterior, el sol restalla en las lujosas carrocerías y las basuras, 
mientras proyectiles perdidos asesinan a inocentes por error. 
Le llaman “Las Vegas”, pero es como “Juárez”Está en la calle: “Utopía”.

domingo, 3 de noviembre de 2013

MADRE SILENCIO

En homenaje a las verdaderas víctimas, los niños siempre (2).


Supe de tu muerte, madre, años más tarde.
Mis hermanos no pudieron localizarme. Estaba perdido entonces
y aún sigo sin rumbo, escrutando en el silencio 
el vuelo de los pájaros o un halo de luz que dibuje colores en las sombras.
Casi nada conocí de ti mientras vivías, que eras analfabeta y de ojos tristes...
poco más. Nunca alzaste tu queja ni oí tu rabia. ¿Idolatrabas al verdugo
o pulías sigilosa el alma de reluciente mártir que lucías en tu pecho?

¿Por qué no escapaste de aquel infierno? ¿Por qué yo y mis hermanos
tuvimos que abrasarnos en su fuego de golpes y derrotas?
La uvas se secaron con el tiempo, madre. Sin lágrimas
los ojos se cerraron y uno tras otro abrimos la puerta de la huida.
Hasta después de muerto seguías ensalzando al criminal,
ese cabrón que te arrancó la voz y las caricias de unas manos
siempre ausentes en la piel temerosa de tus vástagos heridos.

Tu único legado fue el silencio terrible que imponías al hogar,
la agonía de unos pasos que avanzaban entre el abismo y el dolor,
la letanía infinita de tu constante y esclava sumisión.
A ti, madre, si te recuerdo, vagamente, como el tránsito
de un fantasma atormentado que pasea por la orilla del Leteo
sin mirar jamás el horizonte, como si no hubiera más allá
del espejo de sus aguas. Y sí que hay, madre, yo lo he visto.

He visto a mujeres que bordaron banderas clandestinas 
con su sangre, que empuñaron, frente a sus verdugos,
palos de fregona y limpiaron con ellas el trigo de sus hijos.
Mujeres que jamás se humillaron ante nadie
porque amaron pulcramente, repudiando el odio de los otros.
Mujeres que supieron mirar de frente a los hombres
sin quebrar nunca su majestuoso halo de frágil cisne.

Hoy, madre, tras muchos años de tu muerte, sigue llameando la pira
en demasiados hogares. Y las mujeres como tú arden en ellas.

Del poemario inédito "Libro de familia" 





sábado, 2 de noviembre de 2013

PARRICIDIO

En homenaje a la verdaderas víctimas, los niños siempre.


Ahora que el volcán se apagó ya para siempre
y su humo fue tragado por la tierra del descanso eterno.
Ahora ¿me pides palabras?, padre.
Furia es la primera que podría darte, aquella que sentí
al oír los golpes que soltabas en el rostro de mi madre.
Sigo oyendo los golpes, aunque no estoy 
en la madriguera que refugiaba a los hermanos.

Ya sé que el mundo espera una elegía cuando el poeta
habla de su padre, pero suplico al lector que me comprenda.
Mi padre no estuvo en la cárcel por ser un héroe clandestino
en tiempos de injusta dictadura. No sufrió explotación,
ni fue víctima de la política. Fue un preso común, un desalmado.
El ser más despiadado que jamás he conocido. Sobre una silla de ruedas
quizás viva aún la prostituta de la que un día creyó enamorarse.

¿La cultura para qué te sirve?, niño, me decía. ¿Para qué vas al colegio, 
si aún no sabes que hay que respetar al padre? Que te di la vida
y por tus venas fluye mi sangre. Que los dos somos el mismo fuego.
La misma raíz del árbol milenario tras el que se ocultan los depredadores.
No, padre. Tú escogiste el camino de la piedra y el machete. Apresar el río,
cegarlo de afluentes. Yo me zambullí en el agua surcando nuevos horizontes,
amaneceres donde las manos sólo recuerden cómo acariciar la piel desamparada.

No te echo de menos, padre, en absoluto, y nada te perdono.
Aprendí a odiarte cada día. Y, ahora, después de tanto tiempo
ni sé qué siento. Te recuerdo como a un dolor de muelas, como la extracción
de un diente sin anestesia, pero olvidé ya, posiblemente, odiarte. 
A veces, en la penumbra de la rabia, deseé asesinarte. Confieso 
que mil veces troceé tu cuerpo y alimente con tu carne a los cerdos.
Y los vi tan felices que, antes de huir, les prometí no volver jamás.

Hoy en día, padre, ni sé dónde yaces enterrado.
Espero que en las tierras más profundas del olvido.

Del poemario inédito "Libro de familia" 

viernes, 1 de noviembre de 2013

LA CEGUERA DEL JUSTICIERO

   A veces, llevados por el digno ímpetu de denunciar las injusticias, acabamos cegándonos y, sin darnos cuenta, podemos llegar a cometer actos aún más denigrantes que aquel que criticamos. Por mi propia experiencia lo sé.

   La semana pasada tuve que ir al centro de salud porque el cardiólogo me ha mandado un nuevo medicamento (y ya son 17 las pastillas que he de digerir cada día) y mi doctora de cabecera me lo tenía que incluir en la tarjeta sanitaria. Cuando llegué a la sala de espera pregunté a los demás sobre el horario de la cita. La chica (de unos 35 años aproximadamente) tenía la cita a las 17,46 y el padre e hijo, de clara fisonomía indiana, a las 17,40. A ambos les tocaba antes que a mí. Entonces ellos entran antes y yo voy después de ti, le comenté a la chica. Ella no asintió, ni me miró siquiera, aparentemente imbuida en la pantalla de su móvil. Sin embargo, en cuanto se abrió la puerta de la consulta, ella salió disparada hacia su interior, mirando con expresivo desprecio a los “sudacas” mientras caminaba. Yo me quedé perplejo y dudé durante un par de minutos sobre qué debía hacer. En mi mente, una voz me decía que no podía permitir aquello, que no podía quedarme sin hacer nada, que era necesario avergonzar públicamente a quien había llevado a cabo tan vil y evidente acto de racismo. La racista encima iba a ser recompensada, ya que sería atendida por la doctora antes que el padre y el hijo inmigrantes. Había que evitarlo pues, en defensa de la justicia y los más básicos derechos humanos. Y actué. Golpeé aquella puerta con los nudillos, suavemente, la abrí y pude ver como paciente y doctora charlaban amigablemente. Me excusé con educación ante la doctora, mire a su paciente a los ojos y le espeté: ¿Por qué te has colado y, además, mirándolos de esa manera, porque son inmigrantes? ¿Y no se te cae la cara de vergüenza, asquerosa racist…?  No pude terminar la frase, la doctora se levantó y, entre gritos, me cerró la puerta en las narices. Hube de esperar a que muchos minutos después la racista saliera de la consulta para seguir expresándole mi indignación. Al salir la tipa en cuestión ni me miró, escapando con urgencia del edificio y con una sonrisa de sarcasmo en los labios. Quizá temiera que la basura indiana le contagiará algún virus.

   Seguro que, después de haber leído lo anterior, todos pensaréis que actué de forma correcta en base a la defensa de la dignidad humana. Pero no fue así. Nos equivocaríamos si lo pensáramos. Los hechos que os acabo de narrar me otorgan una falsa apariencia de héroe social y, en realidad, no fui más que en estúpido irreflexivo que, llevado por la ceguera de mis principios humanitarios en el momento de defender a los inmigrantes vejados, cometí otro atentado contra los derechos humanos de otra persona que, como tal, también los merece, aunque ésta no sea más que una abyecta racista. Nunca debí abrir la puerta de la consulta, rompiendo la intimidad sagrada de la misma. Podía haberse dado el caso de que la doctora la estuviera auscultando y que, para ello, la racista se hubiese desprendido de sus ropas. No fue el caso, es verdad, pero hubiera sido perfectamente posible y, en ese caso, yo habría cometido un terrible agravio contra los derechos humanos de esa individua.


   A veces, llevados por el digno ímpetu de denunciar las injusticias, acabamos cegándonos y, sin darnos cuenta, podemos llegar a cometer actos aún más denigrantes que aquel que criticamos. Confiemos en aprender de nuestros errores y en comprender que no es bueno abrazar la irracionalidad mesiánica de los falsos héroes. Menos mal que siempre nos quedará la capacidad y la voluntad reflexiva, aunque en mi caso, si no he aprendido ya con mi edad a controlar mis impulsos espontáneos, lo tengo complicado y seguro que volveré a cometer un nuevo error. Ojalá logre evitarlo.